lunes, octubre 20, 2025
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La democracia no se defiende con trincheras

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EL AUTOR es contador publico autorizado. Reside en Nueva York

Hoy en día, parece que toda obra pública en República Dominicana —desde un hospital hasta un monorriel— se convierte en blanco de ataques políticos. No importa su impacto, su utilidad o su transparencia: si proviene del gobierno, hay sectores que la descalifican de inmediato. Y no me refiero a críticas legítimas, sino a una narrativa que demoniza sistemáticamente todo lo que hace el partido gobernante.

En todo gobierno, la oposición desempeña un papel vital en la democracia: audita, cuestiona y propone. Pero, cuando este papel se transforma en una táctica de desgaste, donde cada acto gubernamental se presenta como sospechoso, corrupto o inútil, entonces no es el partido gobernante el que se erosiona, sino el propio sistema el que pierde credibilidad.

Ya lo hemos visto antes. Venezuela es el ejemplo más doloroso. Allí, la polarización extrema, la desinformación y la constante deslegitimación del oponente político fueron las condiciones previas para el colapso institucional. Hoy, ese país se encuentra bajo un régimen que ha aniquilado su economía, sus libertades individuales y su Estado de derecho. Todo comenzó con una narrativa que convirtió el debate en una guerra.

La República Dominicana no está en ese punto, pero tampoco está exenta de riesgos. Si seguimos alimentando el discurso de que todo lo público es sospechoso, que todo lo que hace el gobierno es una farsa y que la única salida es la confrontación, podríamos estar sembrando las semillas de algo mucho más grave.

La regla de la democracia consiste en ayudar a otros a construir puentes, no en cavar trincheras. Es defender este ideal, antaño sagrado, con ideas, con diálogo y con respeto a la diferencia. Y, sobre todo, con la capacidad de reconocer cuando algo se hace bien, incluso si viene del otro lado.

Es tiempo de dejar de usar las redes sociales y otros medios masivos de comunicación, para difamar y desacreditar, solo por maldad política, las obras que se construyen para el bienestar de toda la población, en su diversidad de creencias políticas y militancia partidaria.

Firmar este artículo es mi forma de decir: ya basta de ruido. Es hora de alzar la voz y seguir denunciando este tipo de comportamiento opositor, que tiende a crear un ambiente donde el odio y el resentimiento florecen, en perjuicio de la convivencia democrática tan necesaria para la estabilidad y el progreso, en medio de un clima donde prevalezca la paz y el respeto al estado de derecho…

¡No más ataques a los fundamentos democráticos! ¡Respetemos la convivencia en democracia, para que luego no nos lamentemos!

jpm-am

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