Toronto. — Los Ángeles Dodgers conquistaron nuevamente la Serie Mundial, reafirmando su dominio en las Grandes Ligas tras una épica victoria en entradas extra frente a los Toronto Blue Jays. Al final, este equipo fue exactamente lo que todos anticipaban: una máquina ganadora construida para resistir cualquier adversidad y coronarse campeón.
Durante gran parte de la temporada, las lesiones y un rendimiento inestable sembraron dudas. Parecía que la nómina más costosa en la historia del béisbol —con más de 350 millones de dólares en inversión— finalmente mostraba grietas. Sin embargo, los Dodgers demostraron que su estructura y profundidad estaban diseñadas para sobrevivir el maratón de siete meses que implica una campaña de MLB.
Toronto golpeó fuerte, exigió al máximo y tuvo a los Dodgers contra la pared. En el noveno inning, dos outs, a un suspiro de la eliminación, Miguel Rojas, un utility reconocido más por su defensa que por su bate, conectó un cuadrangular monumental ante el cerrador Jeff Hoffman, silenciando a los 44,713 fanáticos presentes en el Rogers Centre y manteniendo viva la esperanza angelina.
La remontada fue la chispa final en una serie intensa donde los Blue Jays lanzaron su mejor golpe… pero no fue suficiente. Estos Dodgers fueron indestructibles.
Mientras los jugadores celebraban en el terreno y la fiesta comenzaba a encenderse en el sur de California, el resto del mundo del béisbol quedó con una pregunta inevitable:
¿Qué sigue ahora para una dinastía construida sin límites financieros?
El enorme gasto de los Dodgers generó debate toda la temporada, alimentando discusiones sobre la disparidad económica en una liga sin tope salarial. Con otro título asegurado, esa conversación solo se intensificará.
