La República Dominicana se prepara para la celebración de la Cumbre de las Américas con los más altos estándares de calidad. Como país anfitrión, aspira a hacer gala de su reconocida hospitalidad y reafirmar su posición como uno de los destinos turísticos más atractivos del Caribe. Sin embargo, más allá de su impecable organización, este encuentro representa una oportunidad estratégica para mostrar los avances económicos, sociales y políticos que ha alcanzado la nación en los últimos años.
No obstante, la no invitación de Nicaragua, Cuba y Venezuela, así como la posible inasistencia de México, proyectan sombras sobre el faro de luz que pretende ser este evento hemisférico.
A ello se suma la exclusión del tema migratorio, un asunto que —según analistas del Inter-American Dialogue— es “la piedra angular de las relaciones interamericanas en la actualidad” (2024). Omitirlo puede limitar el impacto real de la Cumbre y reducir su capacidad de respuesta ante uno de los desafíos más urgentes del continente.
La Cumbre de las Américas, establecida en 1994 bajo el auspicio de la Organización de Estados Americanos (OEA), constituye un espacio privilegiado donde los jefes de Estado y de Gobierno del hemisferio occidental, junto con empresarios y representantes de la sociedad civil, debaten sobre los grandes retos del desarrollo sostenible, la gobernanza y los derechos humanos.
En ese sentido, la exclusión de naciones con regímenes de orientación distinta pone en entredicho la pluralidad política e ideológica que este foro dice defender.
Como recordó el secretario general de la OEA, Luis Almagro, “la democracia no se fortalece con silencios ni con exclusiones, sino con diálogo y responsabilidad compartida” (OEA, 2023). Esta afirmación cobra especial relevancia frente a un evento que busca consolidar la integración hemisférica y renovar los compromisos con la libertad y la cooperación regional.
El embajador Rubén Silié, viceministro de Política Exterior Multilateral, informó que los temas centrales del foro serán: seguridad ciudadana, seguridad hídrica, seguridad eléctrica y seguridad alimentaria. Explicó además que la seguridad migratoria no formará parte de la agenda por la dificultad de alcanzar consensos. De manera paralela, se celebrarán encuentros de empresarios, jóvenes y organizaciones de la sociedad civil, lo cual dotará al evento de una dimensión más participativa.
En los últimos años, América Latina ha sido testigo de un inquietante retroceso democrático. Algunos gobiernos han derivado hacia el autoritarismo, restringiendo libertades, manipulando procesos electorales y vulnerando el Estado de derecho. Como señaló la politóloga Marta Lagos (Latinobarómetro, 2023), “la región vive un desencanto democrático donde los ciudadanos perciben que votan, pero no eligen”.
Frente a ese panorama, sería prudente que los gobiernos cuestionados —en lugar de ser marginados— fueran invitados a dar explicaciones ante la comunidad internacional. No para validar sus prácticas, sino para confrontarlas con los principios democráticos que sustentan el hemisferio.
La participación del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, podría ofrecer una oportunidad para replantear con mayor pragmatismo la seguridad migratoria, un tema que ha marcado la agenda continental y que requiere soluciones conjuntas.
Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2024), la migración intrahemisférica supera los 30 millones de personas, cifra que refleja tanto la desigualdad estructural como la necesidad de políticas coordinadas y humanistas.
En este contexto, el presidente Luis Abinader tiene ante sí una oportunidad histórica para reafirmar la vocación democrática de la República Dominicana y proyectarla como un ejemplo de institucionalidad en la región.
Al ofrecer una silla a Venezuela, Cuba y Nicaragua, no estaría legitimando sus gobiernos, sino reivindicando la esencia del diálogo y la inclusión que caracteriza a las verdaderas democracias.
Como bien sostuvo el pensador mexicano Octavio Paz, “la democracia no es una forma de gobierno: es una actitud ante la vida”. Esa actitud implica escuchar incluso a quienes piensan distinto, debatir con respeto y construir puentes donde otros levantan muros.
La Cumbre de las Américas 2025 puede, por tanto, convertirse en un espejo donde la región se mire con franqueza: un espacio para reencontrar la unidad en la diversidad, renovar los compromisos con la libertad y proyectar un continente más justo y solidario.
Si la República Dominicana logra conducir el diálogo con apertura y visión, su papel no será solo el de anfitrión, sino el de referente moral y político de una América que busca reencontrarse consigo misma.
of-am
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