Alcanzar el poder requiere de muchos esfuerzos y grandes sacrificios, tanto en lo personal como en el aspecto económico.
Para quienes pretenden el poder, son muchas las cosas que hay que hacer: muchas manos que estrechar, muchos abrazos que dar, sonrisas ciertas y fingidas que mostrar, y señales efusivas que quieran decir que todo marcha bien, aunque sea todo lo contrario.
Son muchas las verdades que hay que decir, y otras tantas las que hay que callar.
Son muchas las mentiras que hay que creer y, otras muy bien contadas que parecen verdad.
Las verdades mal contadas parecen mentiras, y las mentiras necesarias para dominar.
Son muchas las personas a las que habrá que complacer y soportar, y de vez en cuando, ignorar, solo como gajes del oficio.
Son tantas las promesas y propuestas que hay que formular para alimentar esperanzas y prosperidad a quienes se quieren enredar y convencer.
Decir, por ejemplo, que dos más dos son cuatro, pero si la gente quiere que sean cinco, entonces, que dos y dos son cinco. Eso se debe decir.
En fin, son muchas las maromas y mojigangas necesarias para alcanzar y llegar al poder, y más las que se hacen para mantenerse en él.
El poder es un espectáculo que requiere actores dispuestos a hacer cualquier cosa para mantener el telón abierto.
La verdadera pregunta no es cómo alcanzar el poder, sino qué se pierde en el camino.
Con Dios siempre, a sus pies.
jpm-am
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