
Una creación que parece imposible
A primera vista es solo un árbol más en un jardín. Sin embargo, cuando florece y da frutos deja claro que no es un ejemplar cualquiera. El llamado “árbol Frankenstein” puede producir más de 40 frutas distintas. Entre ellas se cuentan duraznos, ciruelas, almendras y nectarinas. Su creador es Sam Van Aken, artista y profesor de la Universidad de Syracuse. Lo diseñó como una obra viva que une innovación agrícola y expresión artística
El arte de injertar
Van Aken se basó en una técnica ancestral conocida como injerto. Esta consiste en unir ramas de diferentes especies compatibles en un mismo tronco. El proceso es lento y puede tardar más de cinco años en consolidarse. Cada rama debe cicatrizar, adaptarse y comenzar a dar frutos. El artista realiza nuevos injertos cada temporada. De esta forma suma variedades hasta alcanzar el objetivo de 40 frutas en un solo ejemplar. La clave está en trabajar con especies del mismo género, como los frutos de hueso: duraznos, ciruelas, cerezas, nectarinas y almendras
Flores de colores y frutos diversos
El espectáculo comienza en primavera. En esa época el árbol Frankenstein se cubre de flores que van del blanco al fucsia intenso. Es un mosaico multicolor que revela su diversidad interna. Durante el verano y el otoño, cada rama da un fruto diferente. Así, el árbol se convierte en un verdadero laboratorio de biodiversidad. No todas las ramas prosperan por igual. Algunas variedades requieren más tiempo o son sensibles al clima. Sin embargo, el resultado es un organismo único que desafía la idea de un árbol tradicional
Conservación de la biodiversidad
El proyecto de Van Aken cumple un propósito mayor. Más allá de la curiosidad estética busca rescatar variedades antiguas que ya no se comercializan. Muchas de las frutas injertadas provienen de colecciones y viveros dedicados a conservar cultivos olvidados. Por eso, este árbol funciona como un archivo viviente de diversidad agrícola. En una entrevista con la revista Time, Van Aken explicó que su objetivo no era solo sorprender con la belleza de un árbol multicolor. También quería proteger especies en riesgo y mostrar cómo la creatividad puede ser una herramienta de conservación
Entre arte, ciencia y educación
El árbol Frankenstein cumple además una función educativa. Ejemplares de este tipo han sido plantados en universidades, museos y jardines públicos de Estados Unidos. Allí atraen la atención de visitantes y se utilizan para hablar de genética, agricultura sostenible y creatividad aplicada a la ciencia. El número 40 no solo representa la meta de variedades injertadas. También tiene un sentido simbólico de abundancia y diversidad
Un símbolo vivo
Hoy el árbol Frankenstein es más que un proyecto artístico. Es un símbolo de cómo el conocimiento tradicional puede unirse con la innovación. Cada flor y cada fruto reflejan pasado y futuro. La biodiversidad puede preservarse en formas inesperadas y sorprendentes.