En la República Dominicana, las autoridades a cargo de la seguridad ciudadana han encontrado una nueva forma de presentar la realidad: disfrazarla con eufemismos técnicos que suenan más a parte del pronóstico del tiempo que a un informe sobre la criminalidad.
Ahora los altos mandos policiales y gubernamentales hablan del “mapa de calor” para referirse a los puntos donde más se concentran los delitos.
El término, aparentemente inocente y modernista, encubre una verdad mucho más preocupante. Detrás de ese lenguaje “de laboratorio” se esconde la cruda realidad de un país donde los ciudadanos viven con miedo, donde la violencia se ha normalizado y donde cada esquina encendida en ese “mapa de calor” representa una vida marcada por el peligro, la pérdida o la impotencia.
Llamarle mapa de calor a los niveles de criminalidad es una estrategia comunicacional —y también emocional—. Busca suavizar la percepción pública del problema, cambiar el foco del dramatismo al tecnicismo.
Pero la inseguridad no se combate con semántica. Ningún ciudadano se siente más seguro porque los atracos, los homicidios o los asaltos se presenten en tonos anaranjados o rojos sobre una pantalla.

Lo que antes era “zona peligrosa” o “brote de criminalidad” hoy se describe como “un punto caliente”. Como si el calor fuera el verdadero enemigo, y no la delincuencia misma. En vez de un plan de acción contundente, se nos presenta un mapa meteorológico del miedo.
Mientras tanto, el ciudadano común no necesita un “mapa de calor” para saber dónde no puede caminar tranquilo, dónde no se atreve a usar su celular o dónde tiene que mirar hacia atrás cada tres pasos. La inseguridad se siente en la piel, no en un gráfico.
Disfrazar la verdad con palabras bonitas es una forma moderna de negar los problemas. Pero la seguridad ciudadana no mejora con metáforas. La mejora con decisiones, con prevención, con justicia y con una verdadera empatía hacia las víctimas.
El día que el “mapa de calor” deje de ser una pantalla y se convierta en un instrumento de transformación real —cuando las zonas rojas se enfríen porque la delincuencia disminuya y no porque cambie el lenguaje—, entonces sí podremos hablar de avances.
Por ahora, seguimos viviendo en el país donde el calor no viene del sol, sino del miedo.
jpm-am
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