miércoles, octubre 15, 2025
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El alto el fuego entre Israel y Hamas 

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El autor es ingeniero y profesor de educación superior. Reside en Nueva York.

POR RAFAEL PASIAN

El nuevo acuerdo de cese al fuego entre Israel y Hamas, que incluye la liberación de rehenes y prisioneros, representa una pausa frágil en medio de una tragedia prolongada. Sin embargo, toda tregua que no toque las raíces del conflicto está condenada a ser solo un respiro entre dos guerras.

El drama palestino comenzó en 1948, cuando se creó el Estado de Israel sobre tierras habitadas por el pueblo palestino. Aquel hecho, respaldado por potencias occidentales, marcó el inicio de la Nakba, la gran catástrofe de expulsiones, ocupaciones y exilios que aún pesa sobre generaciones enteras.

El ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023 no nació del vacío: fue la expresión desesperada de un pueblo cercado, humillado y aislado por más de medio siglo. Pero la respuesta israelí —bombardeos masivos, bloqueo de alimentos, destrucción de hospitales y escuelas— constituye un crimen contra la humanidad. Ninguna nación puede llamar “defensa” a la masacre de inocentes.

El papel de Estados Unidos y Europa en este conflicto es vergonzosamente cómplice. Su apoyo militar y político a Israel los hace partícipes del sufrimiento palestino. Y aunque figuras como Donald Trump se presenten hoy como mediadores de paz, ninguna negociación será justa mientras el agresor siga impune y la víctima siga sin patria.

La verdadera paz no se decreta: se construye con justicia, con memoria y con dignidad. El mundo debe exigir que los responsables del genocidio palestino sean juzgados ante la Corte Penal Internacional, y que se reconozca el derecho inalienable del pueblo palestino a tener un Estado libre y soberano.

Porque la paz sin justicia no es paz; es apenas un silencio entre dos bombardeos.

JPM

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