jueves, octubre 23, 2025
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El maleficio del tercer período y la deuda moral del poder

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EL AUTOR es ingeniero. Reside en Santo Domingo.

En la historia política dominicana, pocos fenómenos resultan tan constantes como el llamado maleficio del tercer período gubernamental consecutivo.

El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) lo padeció en carne propia cuando, después de dos triunfos consecutivos —1978 y 1982—, se hundió en divisiones internas, escándalos administrativos y un divorcio progresivo con su base social.

Hoy, el Partido Revolucionario Moderno (PRM), su heredero directo, parece caminar por la misma senda que lo condujo al fracaso histórico de su antecesor.

El maleficio no es un conjuro ni una fatalidad mágica, sino el resultado de una lógica política que se repite cada vez que un partido, una vez instalado en el poder, pierde el sentido ético y social de su origen.

El PRM, como ayer el PRD, nació con la promesa de sanear la administración pública, de reivindicar a los sectores marginados por la indiferencia estatal y de hacer justicia con aquellos que construyeron el país desde el trabajo y la honestidad.

Sin embargo, esa promesa se ha ido desdibujando entre excusas burocráticas, silencios institucionales y una creciente desconexión con la realidad de la gente.

Nada encarna mejor esa desconexión que el impago prolongado de las deudas viejas con los contratistas de obras estatales, muchos de los cuales han muerto esperando una respuesta.

Son ingenieros, arquitectos, maestros constructores que levantaron aulas, hospitales, caminos y centros universitarios, y que hoy enfrentan la ruina económica y moral porque el Estado les da la espalda.

El 35% de la deuda vieja que tiene el Estado con contratistas del Comité Institucional Codiano (CIC) se originó durante la gestión perredista 2000-2004.

Lo más grave

Lo más grave no es solo la deuda material, sino la deuda moral, que implica indiferencia ante el sufrimiento humano, la complicidad con la pérdida de documentos públicos, la evasión de responsabilidades y la burla implícita de un gobierno que prometió continuidad del cambio pero ofrece más de lo mismo.

El PRM, que se presentó como el heredero ético del viejo PRD, parece repetir su peor error, al confundir poder con impunidad, gestión con propaganda y justicia con silencio.

Esa desconexión social es la semilla del maleficio y es lo que impide a los partidos revolucionarios sobrevivir a su segundo mandato.

El pueblo dominicano no castiga los errores humanos, sino la soberbia institucional y la indiferencia moral.

Si el actual gobierno no rectifica, si no busca una solución digna y humana al caso de los contratistas del Comité Institucional Codiano (CIC) y a otros sectores olvidados, el maleficio volverá a cumplirse.

Porque ningún proyecto político que traicione sus raíces éticas sobrevive al juicio de la historia.

Y, como dice el refrán, quien no honra su deuda con la justicia, termina pagando con el poder.

jpm-am

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