martes, octubre 14, 2025
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Legado dominicano en la aviación

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El autor es piloto dominicano radicado en EE.UU.

POR ERIC RODRIGUEZ

En 1903, en Carolina del Norte, los hermanos Wright iniciaron un capítulo que transformaría para siempre la historia de la humanidad: el primer vuelo en un aeroplano, realizado en la ciudad de Kitty Hawk.

Pocos años después —en 1911, para ser precisos— en una ciudad lejana, La Vega, en la República Dominicana, un joven compartía ese mismo sueño de conquistar el cielo. Su nombre era Zoilo Hermógenes García, un visionario ingeniero vegano cuya pasión por el progreso y la innovación dejó una huella imborrable en la historia nacional.

Zoilo fue responsable de importantes contribuciones al desarrollo de su ciudad, incluyendo la construcción del primer teatro de La Vega. Sin embargo, su legado más asombroso y quizás el menos conocido fuera de círculos históricos, fue la construcción del primer aeroplano fabricado en la República Dominicana.

En una época en la que volar seguía siendo una hazaña reservada para unos pocos, este joven dominicano se atrevió a soñar en grande, convirtiéndose en pionero de la aviación nacional e inspiración para generaciones futuras.

Años más tarde, lo que alguna vez fue una hazaña inalcanzable se transformaría en una posibilidad real para muchos. Los dominicanos, dentro del sector de la aviación, hemos contribuido de manera significativa a su evolución, tanto a nivel nacional como internacional.

En 1942, un joven oriundo de la ciudad de Moca, Esteban Hotesse, fue seleccionado para formar parte del histórico escuadrón conocido como los Tuskegee Airmen, la primera unidad de aviadores afroamericanos en las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos.

Zoilo Hermógenes García

Su participación fue vital para el éxito de las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, y su valentía rompió barreras en una época marcada por la segregación racial.

Gracias al sacrificio y la determinación de estos inmortales de la aviación, hoy los dominicanos seguimos avanzando y dejando huella en el mundo aeronáutico. Solo en los Estados Unidos, hay decenas de pilotos dominicanos activos tanto en aerolíneas comerciales como en las fuerzas armadas.

Entre ellos destaca la coronel Marisol Chalas, pionera en su campo, piloto de helicóptero y comandante de una unidad compuesta por cientos de soldados y más de 200 aeronaves. Su liderazgo ejemplar es testimonio del camino abierto por figuras como Zoilo García y Esteban Hotesse, y del inmenso potencial que tenemos los dominicanos cuando se nos permite soñar… y volar alto.

Para continuar y concretar este legado, es fundamental que la sociedad dominicana —tanto en el plano gubernamental como en el sector privado— se desligue de una cultura de improvisación y cortoplacismo, y comience a ver en nuestra juventud una verdadera inversión para el desarrollo del país y de su industria aeronáutica.

La República Dominicana se está posicionando como un actor clave en el sector de la aviación en la región. Pero para consolidar ese liderazgo, debemos apostar firmemente al desarrollo de talento local, brindando formación, recursos y oportunidades a las nuevas generaciones.

Es urgente que preparemos a nuestros jóvenes —hombres y mujeres— para que sean ellos quienes, con preparación y visión, tomen el timón de esta hermosa industria. Invertir en su futuro es apostar por un país que no solo vuele alto, sino que lo haga con rumbo claro y sostenido.

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