lunes, noviembre 3, 2025
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Lo indisoluble entre mafia y corrupción

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

La corrupción y la mafia son indisolubles. La corrupción representa un medio de acción de la mafia como puede serlo la violencia o la intimidación. La corrupción permite a los mafiosos infiltrarse de manera sutil en los engranajes del Estado. Ella constituye un segmento  de expansión de la mafia.

Favorece el desarrollo de redes clientelistas y de complicidad fundadas sobre la búsqueda continua de ganancias. Su institucionalización permite levantar durablemente los controles estáticos y favorece el desarrollo de las actividades ilícitas. La corrupción de las instancias dirigentes confiere la impunidad a los jefes mafiosos limitando la acción de las instituciones represivas hacia ellos.

La corrupción mafiosa tiene dos registros. Es llamada “funcional” cuando tiene por finalidad obtener las ventajas que dan el poder en términos de informaciones, de derogaciones, de obtención de mercados y de autorizaciones.  Es “defensiva” cuando apunta a paralizar la acción del Estado, principalmente para conseguir  la impunidad o la atenuación de los rigores judiciales.

La corrupción puede ser directa (entre dos personas) o indirecta cuando la organización es colocada entre la empresa y la autoridad y sirve de intermediaria. Ella obtiene así de la autoridad la decisión deseada y control  al mismo tiempo de la empresa adjudicataria. La corrupción es endémica e institucionalizada en muchos Estados del este de Europa y del tercer mundo.

Ella constituye la espina dorsal de la criminalidad organizada y rinde de ese hecho aleatorio toda política de lucha contra él. Se confirma igualmente una alianza entre corrompidos y mafias, los cuales no dudan en recurrir a medios violentos con respecto de opositores políticos, huelguistas y de todo refractario al equipo político en su lugar.

Italia y Japón conocieron, en la cima del Estado, una muy fuerte colusión entre corrompidos y grupos mafiosos. En abril de 1994, el secretario general de la Interpol, Raymundo Kendall, declara: “El narcotráfico está entre las manos del crimen organizado.

Doscientos mil de ellos están ligados al narcotráfico”. De hecho, los grupos que controlan lo esencial de la producción y del negoció de estupefacientes son bien conocidos: carteles colombianos y mexicanos para la cocaína (y en lo sucesivo la heroína); triadas (Hong Kong, Taiwán y China popular) para la heroína del  Triángulo de oro; mafias italianas, albaneses y turco-kurdos para la heroína de la Media luna dorada.

Al conectar el sector agrícola, controlado por guerrillas y actores de guerras tribales, con la distribución final, asegurada por bandas urbanas en las metrópolis del mundo desarrollado, estas organizaciones criminales transnacionales son vitales para el comercio mundial de drogas.

Sin dudar en matar o corromper, mueven cada año una gran cantidad de dólares –sólo por concepto de tráfico de drogas– y reciclan más de la mitad en la economía global. En nuestros días, ellas operan la fusión del tráfico ilícito de estupefacientes, de armas y de migrante clandestino.

El criminalista Mickael Roudaut estima así que si “la economía criminal debería ser encarnada por un Estado, su peso económico le autoriza de facto un lugar en el seno del G8” a nivel de la sexta potencia mundial…Italia.

Las organizaciones criminales funcionan hoy al instar de empresas comerciales clásicas  orientadas al lucro. Que se trate de tráfico de estupefacientes, de armas, de seres humanos. De monedas falsas, de obras de arte falsas, de especies protegidas, de evasión fiscal o de falsificaciones, las organizaciones criminales sacan beneficio de la ilegalidad aun de sus tráficos y asocian su monopolio por la violencia.

Dinámicos, los mercados criminales evolucionan  con el tiempo en interacción con las fuerzas del mercado tales como la concurrencia proveniente de los otros grupos criminales, los progresos tecnológicos y los obstáculos pendientes a la aplicación de la ley.

Fases

Según el profesor Peter Lupsha, de la universidad de Nuevo México, la subida en poder de la criminalidad organizada conoce tres fases sucesivas:

El estadio depredador, lejos aún de un nivel de amenaza estratégica, que no es por tanto despreciable. En América del Norte, es por ejemplo, El de las cuadrillas (las «manadas» jamaicanas): El estado parásito que es aquel donde se encuentra, por ejemplo, Cosa Nostra en los Estados Unidos; o aun las mafias italianas en el norte de su país: el estadio simbólico, alcanzados por la Cosa Nostra en Sicilia, ciertas tríadas en Hong Kong y Taiwán, la gran yakuzas de Japón y el cártel de Cali (años 1980).

En las etapas parasitaria y simbiótica, una sociedad criminal generalmente exhibe las siguientes características: Motor central: codicia; obtiene la mayor parte de sus ingresos a través de medios criminales; codicia; obtiene la mayor parte de sus ingresos a través de medios criminales; Organización fuertemente jerarquizada, estructura concebida y construida para durar, particularmente debido a su base étnica homogénea;

Mecanismos violentos, permitiendo hacer respetar eficazmente las reglas internas de disciplina, o “código de honor”; medidas de asistencia a los condenados y a sus parientes; mantenimiento secreto relativo a la persecución del propósito criminal;  negocios ilícitos con frentes legales, mantener el secreto relativo a la consecución del proyecto delictivo, Utilización de negocios lícitos como fachadas legales.

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