Opinion
Meriño en la política dominicana
La personalidad polarizante de Fernando Arturo de Meriño Ramírez encajaba en lo que Américo Lugo definió como “el más rico florón de hombres ilustres”. La política siempre formó parte de su itinerario de actividades cotidianas.
Meriño, en su calidad de párroco en la iglesia de Neiba, tomó parte en la feroz lucha que libraban los partidarios de los caudillos Buenaventura Báez y Pedro Santana. Él se inclinó en favor de los baecistas, lo cual enojó mucho a Santana, que logró atraerlo a su lado y mantuvieron una aparente amistad, con una especie de “toma y daca” ampliamente descrita en la historia nacional.
Santana lo impulsó para que siendo veinteañero se convirtiera de hecho en jefe de la iglesia católica dominicana, pero eso no impidió que Meriño comenzara a distanciarse de él. Sus notas personales de los años 1858-60 así lo demuestran. Es aplicable al Meriño de su primera etapa pública lo del famoso péndulo del físico y filósofo francés Jean Foucault, que en el ámbito político explica los vaivenes típicos de esa actividad humana.
Antianexionista y luego anexionista
El 27 de febrero de 1861, al cumplirse 17 años de la Independencia Nacional, Meriño pronunció en la catedral de Santo Domingo un tedeum con motivo de esa gran efeméride. Ya él sabía el crimen de lesa patria de la anexión a España que Santana había fraguado, pero aprovechó la ocasión para decirle cara a cara: “…Sostened, pues, con honor el glorioso pendón de la independencia. Trillad la senda de la justicia…el poder de los hombres pasa…la historia queda en manos de las generaciones venideras”.
Cuando el 18 de marzo siguiente se formalizó la entrega de la soberanía dominicana a España (Santana actuando entonces como el personaje bíblico Esaú, el que vendió su progenitura por un plato de lentejas), Meriño rompió su vínculo con él. Esa vez trató de formar un grupo armado encabezado por Eusebio Manzueta y José Leger, a quienes pronto el futuro marqués de Las Carreras captó. Meriño fue expulsado del país en el 1862, pero luego aceptó colaborar con la Corona de España.
Mariño apoyó y reprobó a Báez, Santana y Heureaux

Meriño, en diferentes etapas de su vida, hizo acuerdos con Báez, Santana y Heureaux, pero terminó combatiéndolos. La “liaison” política que tuvo con el tirano conocido como Lilís (en su condición de arzobispo de la Arquidiócesis de Santo Domingo) fue por la antipatía que ambos le tenían al gran educador antillano Eugenio María de Hostos. No soportaban los principios que él enarbolaba para la educación de la juventud dominicana.
Hostos les daba prioridad a las técnicas científicas para desarrollar el intelecto y crear hombres libres de atavismos anclados en el pasado, pero Meriño de manera errada lo acusaba de pretender disolver al pueblo dominicano. Lilís, por su lado, consideraba que las prédicas del ilustre puertorriqueño debilitaban su gobierno de fuerza.
Veinte años antes de ese episodio contra Hostos, cuando las derrotadas tropas anexionistas salieron del país, en julio de 1865, Meriño retornó a su tierra liberada y apoyó al Partido Azul fundado por los triunfantes restauradores.
Al poco tiempo encabezó la Asamblea Constituyente. Fue en esa condición que juramentó como presidente de la República a Buenaventura Báez, diciéndole: “…Mientras vagabais por playas extranjeras, extraño a los grandes acontecimientos verificados en nuestra patria, cuando parecía que estabais más alejado del solio y que el poder supremo sería confiado a la diestra victoriosa de alguno de los adalides de la independencia…se os llama a ocupar la silla de la primera magistratura…” (Discurso de Meriño. 18 de diciembre de 1865).
En esa misma pieza oratoria Meriño recordó un discurso del gran político colombiano Julio Arboleda Pombo, repitiendo su célebre jaculatoria: “en pueblos como el nuestro tan fácil es pasar del destierro al solio, como del solio a la barra del Senado”.
Presidencia de Meriño
Meriño fue presidente de la República durante el bienio del 1 de septiembre de 1880 al 1 de septiembre de 1882. En principio su gobierno tuvo un buen manejo de las arcas públicas, y puso interés por aspectos educativos, culturales e institucionales del país.
Pero visto en su conjunto, conforme las estadísticas económicas y las consecuencias sociales de esa época, se puede decir que fue un gobierno de efectos negativos para los medianos y pequeños sectores agrícolas, pecuarios, industriales y comerciales del país.
Decreto de San Fernando
A los pocos meses de comenzar el mandato de Meriño se iniciaron ataques de sus enemigos políticos, tanto de las filas del Partido Azul, el que lo impulsó al poder, como del Partido Rojo dirigido por el caudillo Báez. Esa fue la excusa para crear el tristemente célebre Decreto de San Fernando, emitido el 30 de mayo de 1881. Otro de sus hechos violatorios del orden institucional fue la disolución del Congreso Nacional.
Dicho decreto fue un instrumento de terror. Murieron fusilados cientos de dominicanos. El jefe de las ejecuciones fue el general Ulises Heureaux, que “con su grotesca sonrisa” era el ministro de Interior y Policía. Algunas de las primeras víctimas (el 29 de julio de 1881) de la aplicación del citado decreto fueron unas veinte personas de las que se alzaron en armas al mando del general Braulio Álvarez en El Algodonal, en los contornos de la ciudad de San Cristóbal.
El l7 de septiembre de dicho año en Higüey muchos de los que participaron en el levantamiento encabezado por el general Cesáreo Guillermo Bastardo en Punta Cana, Cabo Engaño, Macao y otras zonas rurales de esa ciudad del este del país también pagaron con sus vidas el hecho de tomar las armas contra el gobierno de Meriño. Nadie mejor que la poeta Salomé Ureña, en su poema titulado Sombra, describió el ambiente de tristeza y amargura que vivió la República Dominicana con la aplicación del susodicho decreto.
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