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OPINION: La diáspora sostiene la economía, pero el Estado la sigue ignorando

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El autor es dirigente de Alianza País. Reside en Boston.

Por Luis Castillo

El Banco Central de la República Dominicana acaba de confirmar lo que muchos preferían callar: sin la diáspora, el país se habría desplomado hace tiempo. Entre enero y septiembre de 2025, las remesas sumaron US$8,912.8 millones, un crecimiento de 11.4% respecto al mismo período de 2024. Solo en septiembre entraron US$991.8 millones, un 11.9% más que el año anterior.

Esos no son simples números en un boletín económico; son el reflejo del sacrificio de millones de dominicanos que trabajan en hospitales, fábricas, restaurantes y obras de construcción en Estados Unidos, España, Italia, Canadá y otros países. Son hombres y mujeres que madrugan, que pagan impuestos en el extranjero y que, a pesar de todo, sostienen el consumo, la estabilidad cambiaria y la paz social en su tierra natal.

Según el propio Banco Central, el 80.5% de las remesas provienen de Estados Unidos (unos US$729 millones solo en septiembre). En cuanto a su distribución, el Distrito Nacional concentra el 47.2%, Santiago el 10.7% y Santo Domingo el 7.1%.

En conjunto, las zonas metropolitanas reciben el 65% del total. Es decir, buena parte de la economía urbana —el comercio, la vivienda, los servicios— se alimenta directamente de las remesas enviadas desde el exterior. Sin embargo, ni el gobierno, ni los empresarios, ni los partidos políticos reconocen esa realidad.

Mientras se discuten reformas fiscales y presupuestos, nadie menciona a la diáspora. Es como si su aporte fuera un secreto de Estado. Y sin embargo, los dólares que entran cada mes gracias a esos dominicanos ausentes son los que mantienen el tipo de cambio estable. Sin ellos, el dólar estaría a 70 o 100 por uno, y el peso se habría desplomado.

El Banco Central lo admite indirectamente: gracias a las remesas, las reservas internacionales alcanzaron US$13,294.8 millones, equivalentes a 4.9 meses de importaciones, y la depreciación del peso fue apenas 2.3%.

Dicho más claro: la diáspora es el verdadero sostén de la estabilidad económica dominicana.

Y, sin embargo, ¿qué recibe a cambio? Nada. Ni representación política efectiva, ni incentivos fiscales, ni políticas de inversión o ahorro que canalicen su esfuerzo hacia el desarrollo del país.

Los gobiernos la usan como vitrina electoral, los consulados la maltratan, y los empresarios la ignoran. La diáspora es el motor invisible de la economía nacional, pero el Estado la trata como un cajero automático.

Ya es hora de cambiar ese trato injusto. La diáspora no solo envía dinero: envía esperanza, disciplina, valores y orgullo nacional.

Si el gobierno dominicano tuviera visión, crearía mecanismos para integrar a esa comunidad en proyectos de inversión, programas de innovación y desarrollo regional.

No se puede seguir construyendo una economía sobre el sudor de los que viven lejos y sin ofrecerles voz ni reconocimiento.

La República Dominicana debe entenderlo de una vez: el país no se sostiene por el talento de sus políticos, sino por el sacrificio silencioso de su diáspora.
Negarlo no solo es injusto; es una forma de ingratitud nacional.

Referencias

* Banco Central de la República Dominicana (BCRD). “BCRD informa que los flujos de remesas alcanzaron los US$8,912.8 millones entre enero y septiembre de 2025.”
* Datos citados por Diario Libre, Hoy, EFE y otros medios nacionales (octubre 2025).

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