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San Cristóbal: Necesidad de un nuevo rumbo

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El autor es abogado. Reside en San Cristóbal

POR ELVIN SANCHEZ

La esperada visita del presidente Luis Abinader a San Cristóbal el 6 de noviembre, con motivo del Día de la Constitución dominicana, ofrece una oportunidad única para resaltar y capitalizar el legado histórico de esta provincia.

El 6 de noviembre de 1844, con la firma de la Constitución, se marcó un hito irremplazable en la historia de la República Dominicana. Sin embargo, San Cristóbal no ha sabido aprovechar plenamente su identidad, que debería ser un símbolo de orgullo y progreso.

Originariamente, San Cristóbal tenía una vasta extensión territorial, colindando con provincias como Azua, Cotuí, Samaná, La Vega y la capital. Hoy, lamentablemente, se ha convertido en un espacio reducido en la geografía nacional.

La historia de su despojo territorial es dolorosa. La caída del régimen de Trujillo tuvo un efecto devastador en la provincia, buscando borrar de la memoria colectiva el legado del «perínclito» San Cristóbal.

Desde la restauración de la democracia hace 63 años, muy poco se ha construido en San Cristóbal. La infraestructura básica, como mercados, mataderos, hospitales y la Catedral de la Señora de la Consolación, son vestigios de la Era trujillista. La antigua Industria Nacional del Vidrio, la Industria Licorera La Altagracia y otras fábricas que una vez florecieron, hoy son recuerdos de un pasado más próspero.

Amalgama desorganizada

En su configuración original, la ciudad se limitaba al norte por la calle Máximo Gómez, al sur por la calle Federico Read, al oeste por la calle Proyecto Los Nova (Fortaleza Antonio Duverge) y al este por la avenida Libertad. Hoy, San Cristóbal se presenta como una amalgama desorganizada, un lugar que carece de planificación y criterios urbanísticos claros.

El caos y la anomía predominan en un San Cristóbal que ha sido cuna de patriotas, literatos, poetas y presidentes. Para revitalizar la ciudad, es urgente un rediseño urbano integral, similar al que experimentó París bajo la dirección de Napoleón III y el Barón Haussmann. Georges-Eugène Haussmann transformó la «ciudad luz», modernizando su infraestructura y mejorando la calidad de vida de sus habitantes.

El desafío no es solo físico, sino también cultural y social. Es imperativo forjar una clase empresarial comprometida y capaz, que asuma la responsabilidad de generar riqueza y liderar el desarrollo. También necesitamos una clase política que actúe con ética y que promueva la participación de ciudadanos íntegros en la vida pública. A su vez, es fundamental fortalecer la sociedad civil y fomentar un liderazgo comunitario auténtico, crítico y respetado.

Para lograr una transformación efectiva, debemos abordar de manera integral temas como el drenaje pluvial y sanitario, el ordenamiento territorial, el uso del suelo, el rediseño vial y la creación de espacios verdes y áreas recreativas. San Cristóbal, rica en historia y cultura, necesita trazar un nuevo rumbo que trascienda la inmediatez y los intereses coyunturales.

El 6 de noviembre debe ser el momento propicio para solicitar al presidente algo más que lo razonablemente posible; debemos pedir sin miedo a cambios profundos que garanticen un futuro próspero para nuestra ciudad, más allá de los caprichos del momento y con una visión que beneficie a todos los sancristobalenses.

jpm-am

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