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La avenida Duarte y su realismo mágico acrecentado
Desde las 6:00 de la mañana hasta las 7:00 de la noche, la avenida Duarte de la capital, es un eterno bullicio de muy arriba hasta muy abajo. Un conglomerado variopinto que compra y que vende las mercancías más diversas y ofrece los servicios más abarcadores.
Los marchantes, término válido para el expendedor y el cliente, son personas de todas las edades y de múltiples nacionalidades. Convergen en esa arteria que los recibe silente.
En días como estos, de fiestas y ajetreo por doquier, el realismo mágico acrecienta y convierte la vía en un espectáculo de mal gusto para unos y en uno de disfrutable folclor para otros. Todo dependerá de cómo sea mirada aquella realidad.
El griterío, la prisa, la empujadera, el andar más chivo que una guinea tuerta y más ágil que una gacela, son elevados a su máxima potencia en estas fechas.
Mercancía expuesta en grandes o modestas tiendas, en casetas multicolores, en rústicas mesas, o hasta en el suelo, son adquiridas en mayor cantidad desde inicios de mes, cuando la gente empieza a prepararse para recibir la Nochebuena y el Año Nuevo, auxiliada por el doble sueldo.
Ese ingreso ganado con el trabajo de doce meses, viene a dar un respiro a la maltrecha economía. Mas, a muchos este aire no les llega ni vestido de brisita navideña gubernamental o bonos, para más señas.
Por tanto, no pueden siquiera acudir a la Duarte, definida como la tienda gigante de los pobres, lo que no es tan cierto, puesto que recibe compradores de todo nivel.
Los vendedores, que también son azotados por la crisis, promueven sus productos a voz en cuello, en un griterío que divierte y molesta. Sí, depende de a quién. Esperan como cada año que este sea mejor y puedan llevar a sus hogares el pan diario de cada día un chin más rendido.
Adultos y niños pregonan y estimulan a la compra. Los pequeños quizás sueñan con un presente como el de otros que acuden a comprarles o que les miran con desdén y tal vez no puedan usar ni siquiera los artículos que exhiben, para no descuadrar el negocio.
JPM
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