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Opinion

El precio de una madre bajo la lógica del clientelismo estatal

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La autora es educadora. Reside en Santiago Rodríguez

POR DILIA REYES

Cada año, en vísperas del Día de las Madres, los gobiernos —municipales, legislativos o central— se apresuran a organizar operativos de reparto: estufas, lavadoras, sobres con dinero, raciones de comida, conciertos. Las imágenes abundan en redes sociales y noticieros: funcionarios sonrientes entregando “regalos” a mujeres humildes, muchas de ellas madres solteras, que agradecen entre aplausos lo que se presenta como un noble gesto oficial.

Pero detrás del acto simbólico, se esconde una lógica perversa: la manipulación de la necesidad con fines políticos. Lo que debería ser un día para reconocer el rol esencial de las madres en la sociedad, se convierte en una oportunidad para reforzar el clientelismo y el control social.

No se trata de una política pública planificada ni de un programa de asistencia con enfoque de derechos. Son dádivas puntuales, financiadas con fondos públicos, pero distribuidas con criterios políticos y partidarios. Quienes no forman parte de las redes de apoyo del partido gobernante, usualmente no reciben nada. Y quienes sí están dentro, aprenden que el acceso a recursos depende de su lealtad, no de su necesidad ni de su dignidad.

Esta práctica, lejos de empoderar a las madres, refuerza una cultura de dependencia. En lugar de garantizar derechos como empleo digno, salud materna, educación para sus hijos o acceso a vivienda, se entrega un electrodoméstico o una compra. La solución real a los desafíos que enfrentan millones de madres no puede ser una estufa una vez al año.

Bono especial

Un ejemplo reciente es la decisión del gobierno del presidente Luis Abinader de entregar RD$1,500 a un millón de madres como parte de un “bono especial del Día de las Madres”, una medida que costará al Estado más de RD$11,500 millones de pesos. Es evidente que, por escasos que sean, RD$1,500 pueden representar algo momentáneo para una madre en situación extrema, pero ahí está el verdadero problema: se explota la necesidad para ofrecer una ayuda mínima que no transforma nada de fondo.

En vez de invertir en soluciones estructurales, se opta por una dádiva efímera que sirve más como herramienta de propaganda. Con esos RD$11,500 millones, el país podría construir decenas de estancias infantiles, financiar programas de capacitación y emprendimiento para madres solteras, ampliar la cobertura de salud preventiva o mejorar la calidad de la educación en comunidades vulnerables. Pero el gobierno elige lo inmediato, lo simbólico, lo manipulable.

Peor aún, el dinero con el que se financian estos operativos no proviene del bolsillo personal de ningún político. Proviene del presupuesto nacional, que es de todos. Sin embargo, se maneja como un favor personal del funcionario de turno. Esto constituye una distorsión grave del sentido de lo público, además de un claro abuso de poder.

Las verdaderas políticas de apoyo a las madres no caben en un saco de arroz ni en un sobre con billetes. Se construyen con inversiones sostenidas en servicios sociales, con igualdad de oportunidades y con respeto a la ciudadanía. Todo lo demás es teatro político.

¿De verdad queremos un país donde una madre tenga que agradecer una transferencia simbólica en mayo para luego ser ignorada el resto del año? ¿No merecen más?

Es hora de desmontar este modelo de asistencialismo clientelar, que disfraza como homenaje lo que en realidad es control. El mejor regalo que puede ofrecer un Estado a las madres dominicanas es una vida digna, segura y libre de dependencia política.

jpm-am

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