Opinion
Advirtió el dominio de un dios artificial
POR REY ARTURO TAVERAS
“Mientras el Papa advirtió sobre el dominio de un dios Artificial, el Vaticano es el Estado que más invierte en tecnologías y algoritmos”
El Papa Francisco, ausente por razones de salud mental el viernes santo en la Plaza San Pedro, hizo que su voz retumbara como un trueno suave en el Coliseo, al denunciar la presencia de un “nuevo dios” que proviene de los circuitos fríos de la inteligencia artificial.
Su mensaje, leído a la multitud, ardía como una llama salida del Apocalipsis: “Hoy no solo nos domina el pecado, sino también el algoritmo”, se escuchó en los altavoces de la plaza, con un lenguaje que sin dudas era el del Papa, cargado de la humanidad que toca tanto al creyente como al escéptico.
Lo que el Papa lanzó no fue una homilía, fue una advertencia que trasciende la fe y alcanza al corazón mismo de nuestra civilización digital.
En su reflexión sobre el Vía Crucis, Francisco advirtió sobre lo que llamó una “economía de los algoritmos”, un sistema que, según él, está basado en “la lógica de la frialdad de los cálculos y los intereses implacables”.

Frente a este modelo gélido y deshumanizado, en su mensaje el Santo Padre contrapuso la “economía de Dios”, la que “no mata, no aplasta, no excluye” y que en cambio cultiva, repara y protege.
Mientras el mundo se rinde ante un becerro de oro digital, el Pontífice llama a volver la mirada hacia una lógica de ternura que no cotiza en bolsa, pero salva vidas.
“Este “nuevo dios”, hecho de código, alimentado de datos, vestido de neutralidad, no tiene rostro, ni compasión, ni alma. Es un dios que no perdona, sino que calcula; no escucha, sino que predice; no ama, sino que optimiza. Y en su altar, cada día, ofrendamos nuestra voluntad, nuestras decisiones, incluso nuestras emociones, sin darnos cuenta de que estamos construyendo una religión sin espíritu, una moral sin conciencia”, es lo que se puede colegir a partir la reflexión del pontífice.
Francisco, con la claridad profética que a veces solo poseen los viejos sabios, invitó al mundo a mirar más allá de la eficiencia y el progreso.
“No todo lo técnicamente posible es humanamente aceptable”, ha dicho en múltiples ocasiones, pero reafirmado con una lucidez estremecedora, horas antes de que se anunciara su muerte.
También se puede interpretar que no se trata de satanizar la inteligencia artificial, sino de recordar que el ser humano no debe arrodillarse ante sus propias creaciones.
Su crítica no se dirige únicamente a lo tecnológico, sino a la forma en que la inteligencia artificial está reorganizando el mundo, bajo una lógica en la que el nuevo dios es un algoritmo.
La fe, en la conciencia del fenecido Papa, no es un conjunto de reglas, sino una forma de mirar al otro con misericordia.
Es que los algoritmos no saben de perdón ni de justicia, pero tampoco aman. Son tecnologías que clasifican, segmentan, excluyen y deciden qué leemos, a quién amamos, cuánto valemos en el mercado.
Convierten a los humanos en verdaderos esclavos, autómatas que son dirigidos desde una lógica matemática que ignora el misterio sagrado de la dignidad humana.
En un mundo que parece cada vez más gobernado por el imperio de los datos, la voz del Papa se levanta como un faro moral. “No se puede servir a dos señores”, nos recuerda el Evangelio.
Pero, ls pregunta es más urgente que nunca: ¿seguiremos adorando a este nuevo dios de algoritmos y metal o tendremos el valor de romper con su lógica para volver a la ternura, al encuentro, al alma?
jpm-am
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