Salud
Autismo, desamparo estatal y desigualdad
De verdad espanta la cantidad de niños diagnosticados con trastorno del espectro autista, antes solo autistas pero los eufemismos nos llevan a modificar tanto que ya ni sabemos cómo llamar a nadie ni a nada para no ofender y así inventamos terminología sobre terminología y obviamos asumir la realidad pasmosa.
No nos detenemos a pensar en que esto no es solo asunto de términos que parecen delicados, que nuestro talón de Aquiles está en la atención débil, en la indolencia estatal y ciudadana ante los males mentales.
Esa inoperancia del sistema que deja de lado a una parte sensible de la población, mortifica, martiriza, carga que recae con todo su peso como siempre en los más pobres de recursos económicos y de solemnidad.
Es gran oficio para una familia atender a un miembro autista o con cualquier otra condición. El cuidador asume sin que en tantas ocasiones reciba apoyo emocional. Aquí, el asunto del dinero no es lo único que cuenta, es una arista importante, claro, no obstante, hay más ángulos no tratados.
El desgaste que sufre la persona a cargo, su anulación como ente individual para entregarse por entero a procurar el bienestar de ese ser vulnerable, igual vulnera su espíritu y hasta su intelecto.
Ahora llega la parte económica, la de los cuartos, ese otro componente marca, angustia y evidencia las grandes desigualdades que nos permean. Mientras padres pueden costear los gastos médicos de sus hijos y qué bueno que así sea, otros recurren a pedir ayuda hasta para alimentarlos.
Ese abismo muestra el contraste entre los pacientes que reciben terapia inclusive fuera del país y los que llevan más de tres años en espera de cupo en alguno de los locales del Centro de Atención Integral para la Discapacidad (CAID).
Es la vida misma cruenta y suculenta la que refleja este drama, una extensión de la inequidad, del desequilibrio que per secula seculorum nos arropan y dirigen y plasman su sello doloroso en cuerpo, alma y bolsillo.
jpm-am
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