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Opinion

Fue el sistema el que colapsó

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LA AUTORA es ejecutiva de ventas. Reside en Nueva York

El reciente colapso del techo en el centro de entretenimiento Jet Set no es un hecho aislado ni un accidente fortuito. Es una muestra dolorosa de una crisis estructural más profunda que afecta a nuestra sociedad: la normalización del descuido, la improvisación y la falta de responsabilidad en asuntos fundamentales como la construcción, la supervisión y la seguridad pública.

Cuando el sentido común se convierte en un recurso escaso, y el pensamiento crítico es relegado a un segundo plano, surgen consecuencias como la que hoy lamentamos. Porque lo que se vino abajo no fue únicamente una estructura física: lo que colapsó fue una forma de operar como país.

Durante años hemos convivido con una cultura donde lo provisional se vuelve permanente; donde la frase “eso aguanta” justifica decisiones técnicas cuestionables; y donde la supervisión, la fiscalización y el cumplimiento de normas se asumen como trámites opcionales.

El techo del Jet Set no cayó solo por una grieta en el concreto. Cayó por una grieta en nuestros principios colectivos. Por la permisividad institucional. Por el silencio profesional. Por la falta de consecuencias. Cayó porque hemos aceptado, una y otra vez, que la mediocridad puede pasar desapercibida mientras “no pase nada”. Y ahora pasó.

Este suceso debe obligarnos a mirarnos como sociedad. No basta con señalar al dueño del local, al ingeniero responsable o a las autoridades que no actuaron a tiempo. La falla es compartida. La responsabilidad es colectiva.

Aquí es necesario revisar todo:  Cómo se construye, cómo se autoriza, cómo se supervisa, cómo se reacciona. Y, sobre todo, cómo se permite que el peligro se normalice en espacios donde debería garantizarse la seguridad ciudadana.

Lo más preocupante no es la fragilidad del concreto, sino la del compromiso institucional con la prevención. Porque el riesgo está presente no solo en los techos que se agrietan, sino también en las calles, en las escuelas, en los hospitales, en los puentes… y en la mentalidad de quienes actúan como si la seguridad fuera opcional.

Este no debe ser un caso más en la lista de tragedias que olvidamos con el tiempo. Este debe ser un punto de inflexión. Un llamado urgente a reforzar nuestras normas, a aplicar consecuencias reales, y a asumir con seriedad que construir un país sólido empieza con edificar una cultura de responsabilidad.

Porque reconstruir no es solo reparar el concreto.
Es rehacer la conciencia.

jpm-am

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