Opinion
Hacer leña del árbol caído
No está claro la procedencia cierta de la frase en cuestión pero, se le atribuye un origen bíblico que, aun y cuando no está demostrado mas allá de toda duda, se le acepta el linaje porque le agrega sobriedad, y nos permite utilizarla con licencia cuasi divina.
El mundo se ha hecho eco de ella y su alcance, mas allá de que bien pudiera tener implicaciones non santas, sin embargo, siempre parece que se usa con la mejor de las intenciones.
El caso es que la dichosa frase, de pronto, ha adquirido un significado mayúsculo para la sociedad dominicana, a la luz de los últimos acontecimientos. Las lecturas que de los hechos se desprenden evidencian dos puntos de vista claramente diferenciados.
Por un lado está la opinión de la gente común, que siempre ve el “vaso de agua medio lleno”; es la gente buena, que nunca especula con la desgracia ajena en procura de ventajas particulares, pero sí sufre en silencio las penas generadas por el balance trágico y clama porque se esclarezcan los hechos.
Mientras en paralelo, los malvados, unos y otros, siempre están prestos a darle vida pública a la perversidad, aunque nunca la mencionan por su nombre propio u origen; y mucho menos justifican su existencia. Ellos simplemente la ponen en escena, confiados en que el agua derramada, jamás vuelve al cántaro que la contenía totalmente.
En este caso, los malandrines solo recogen el enunciado atribuido a Voltaire, el genio francés, pero lo manifiestan al estilo y con el sentido del demonio nazi, Joseph Goebbels: “miente, miente que algo queda”.
Esa interpretación que los humanos de alma envilecida -los unos- hacen de los hechos casuales y fortuitos, es lo que explica los excesos verbales que a diario escuchamos en ese vertedero público llamado redes sociales y en algunos otros medios mas formales, pero no por ello menos infames.
Los tontos útiles que comparten las bajas pasiones de los primeros -de los unos- sí dan la cara, aplican la frase a su antojo y mientras, practican a pie juntillas el espíritu del contenido. Tan depredadores como nuestros vecinos, que pretenden convertir en cenizas cada rama del frondoso árbol que ellos suponen está herido de muerte.
A solo una semana de la tragedia, y recordando a Doña Dolores, la inmortal de Vizcaya, bien podemos afirmar que hoy: ¡No pasarán!
Aunque en su quehacer de leñadores impenitentes entreguen su independencia y exhiban su desvergüenza, estos francotiradores de la lengua seguirán sirviendo a su amo. Y todo porque suponen que el manto de impunidad del que hasta hoy ha podido disfrutar el Emperador, cubrirá también y por siempre a sus alabarderos que, cual jauría de hienas hambrientas, atacan todo lo que ellos suponen atenta contra los intereses políticos, económicos o empresariales del Zar.
¡Cuán equivocados están estos mercaderes de la vida! Ellos olvidan una joya del ingenio rural convertida en refrán que dice: ¡Ni los carniceros matan todos los días! Las iniquidades cometidas en este mundo recibirán su castigo, mas temprano que tarde. Es que como dijera el poeta: No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague.
Emulando la muerte, la cobardía del alma solo hace acto de presencia bajo ciertas condiciones: (1) cuando se siente totalmente impune, ya sea porque se oculta bajo el manto protector de un anonimato infame; tan infame como ha sido su pasado y (2) porque supone que su víctima no está en capacidad de responder sus arteras acciones y comentarios. Y en ambos casos, de nuevo, están todos equivocados.
La verdad siempre va a florecer y las responsabilidades deben ser establecidas, sea cual sea el costo que conlleve. No olvidemos que los países solo se convierten en naciones, cuando logran imponer un régimen de consecuencias. Y esta es nuestra mayor aspiración en estas circunstancias tan tristes y lamentables.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
JPM
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