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La inteligencia artificial es más peligrosa de lo que se cree, dice CEO de Microsoft IA

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Redacción. -Mustafa Suleyman, CEO de Microsoft AI, advierte que una máquina no necesita malicia para volverse peligrosa. Basta con que funcione tan bien que nadie pueda detenerla. Suleyman lo plantea como la amenaza más real del siglo XXI.

No se trata de robots con conciencia ni escenarios de ciencia ficción, sino de sistemas que toman decisiones, operan en la sombra y reorganizan el mundo sin supervisión humana.

El peligro, según con Suleyman, radica en la funcionalidad extrema, en que estas herramientas operen con tanta eficiencia que los humanos terminen dependiendo de ellas sin darse cuenta. Desde sistemas financieros hasta ejércitos, el mundo moderno se está cediendo a algo que todavía no entiende del todo.

Mustafa  Suleyman, uno de los fundadores de DeepMind y autor del libro ‘La ola que viene’, ha planteado un panorama inquietante de lo que considera los cuatro grandes frentes de colapso posible: ciberataques masivos, pandemias artificiales, inteligencia artificial autónoma y fragmentación geopolítica impulsada por la tecnología.

El primer riesgo que ha identificado es el más inmediato. De acuerdo con el CEO de Microsoft AI, el 80% de las infraestructuras críticas del planeta están basadas en sistemas obsoletos, plagados de vulnerabilidades. No se necesita ser un ejército ni tener misiles; basta con penetrar los códigos adecuados.

Una red eléctrica desconectada durante 72 horas podría paralizar un país entero. Ese tipo de ataque, según él, es más eficaz que cualquier acción militar convencional. Las llamadas guerras cibernéticas no serán hipotéticas, sino operativas y silenciosas.

La reciente caída del sistema eléctrico español, que dejó al 60% del país sin suministro, se ha descartado como un ataque, pero Suleyman lo menciona como ejemplo de lo que podría convertirse en rutina. Una advertencia materializada, incluso sin intención. “Un apagón no es solo un corte de luz: es el colapso de la sociedad conectada”, ha señalado.

El segundo escenario es aún más perturbador. Con la expansión de herramientas de edición genética como CRISPR y la capacidad de la IA para simular mutaciones, ya no se requieren instalaciones secretas para crear un patógeno de alto impacto.

Según Suleyman, por menos de 100.000 dólares, un estudiante con conocimientos intermedios en biología podría construir algo más peligroso que el Covid-19. La combinación entre ADN sintético y simulaciones avanzadas abre la puerta a una era de biología algorítmica con consecuencias impredecibles.

Proyectos como el Genoma Humano Escrito apuntan a multiplicar por mil la capacidad de fabricar material genético artificial. El resultado podría ser un virus con tasas de mortalidad del 50%, resistentes a vacunas y circulando en un mundo todavía marcado por la lentitud en la respuesta sanitaria.

El CEO de Microsoft AI resaltó que el verdadero riesgo no está en la rebelión de las máquinas, sino en su utilidad. Sistemas que negocien en bolsa, diseñen tratamientos médicos o planifiquen estrategias militares no necesitarán conciencia para cambiar el curso de la historia. Basta con que funcionen. Y si funcionan mejor que cualquier humano, el control desaparecerá.

La inteligencia artificial no necesita pensar como un humano para reemplazarlo. Puede operar con precisión matemática y tomar decisiones que afecten a millones sin supervisión directa.

La última advertencia se centra en el desmoronamiento de la estructura geopolítica tradicional. Para Suleyman, la pugna tecnológica entre Estados Unidos y China es solo un síntoma.

De acuerdo con su pensamiento, el futuro podría estar lleno de microestados digitales, criptocomunidades autogestionadas y zonas donde las leyes ya no serán dictadas por gobiernos, sino por plataformas tecnológicas privadas. La soberanía será rediseñada con blockchain y tokens. Lo que él llama un “feudalismo tecnológico”.

El mapa del poder ya no será físico ni fronterizo, sino algorítmico. Y mientras esa ola se forma, las advertencias de Mustafa Suleyman suenan cada vez menos exageradas. Porque lo que está en juego no es la inteligencia artificial en sí, sino la estructura entera de una civilización que avanza más rápido de lo que puede regular.

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