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Opinion

La poca originalidad del producto político

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El autor es abogado. Reside en Nueva York

POR TEODULO F. LOPEZ G. 

La oferta y la demanda son elementos característicos de todo mercado en el cual interactúan bienes y servicios como productos.  El mercado político no es ajeno a la interacción de estas fuerzas que, de una forma automática, determinan en su balance el precio a pagar por la elección de una figura política como un bien.

Dicho esto, nos abocamos de forma expresa a visualizar directamente el buen desempeño de mercado de los actores políticos como productos.

Nuestro espectro político, se encuentra minado de una serie de actores que no cuentan con la originalidad como elemento característico y diferenciador de los demás actores políticos en el mismo escenario.

La mayoría, se ven, presentan y actúan con una sobreabundancia demagógica que sobrepasa los limites de la originalidad para ser vistos como elementales en el manejo de la cosa pública.

Too much acting! Demasiada actuación los ha convertido en actores mediocres de tercer grado, en comparación con la originalidad mostrada por sus antecesores, entre estos el profesor Juan Bosch, el doctor Balaguer y por último el doctor Peña Gómez.

No podemos distanciarnos de algunas excepciones, pero por demás da pena y vergüenza el presenciar las actuaciones de poca monta de la mayoría de los políticos del patio.

No vamos a mencionar nombres, pues no es nuestro interés en rivalizar posturas, ni campañas de imagen bien estructuradas en los más altos estándares de la Mercadotecnia vanguardista, pero cuando el producto no sirve, no impacta o no conecta, es imprescindible apreciar que es por la falta esencial de ese elemento que no es más que la originalidad en la composición de este.

Muchos actores políticos se quedan en el esfuerzo inmenso por lograr vender una imagen más allá de la diafanidad, sin entender que esa condición es lo que más lo enloda.

La originalidad está en el subconsciente, es innata y solo resalta cuando nos expresamos y actuamos con el corazón, y nos manejamos con la integridad y honestidad que la acompañan subsecuentemente.

Quiere decir, que la mayoría de nuestros actores políticos que no tienen originalidad, adolecen de una actuación que venga desde el corazón, lo cual los hace actores malos o más aun unos descorazonados, no hábiles de recibir el premio de la academia que en este caso es el voto del pueblo.

¡Zapato!

jpm-am

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