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Leger y las leyes agrarias
¿A qué deberíamos llamar un comportamiento heroico? Quizás a hechos y conductas de una persona que, con el paso del tiempo, apenas y por desgracia, resultan notorias o evidentes hasta para nosotros mismos…
Cuando se revisa la trayectoria de un ciudadano o de un país, no es difícil tropezar con actitudes sobresalientes que, con el discurrir del tiempo, se soslayan u olvidan. Esta apatía es parte de esa sofocante cotidianidad que nos acerca mucho más a la muerte y al olvido…
Hablamos de una forma de vida gris y rutinaria de muchos que es como ir muriendo despacio. Hasta que lo definitivo interrumpe y concluye drásticamente el proceso…
Rememoro una significativa cantidad de personas que se fueron diluyendo en el vacío y la nada. Sombras, silencio, colores grises y oscuros, indiferencia. Es como una muerte en vida.
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Código agrario
He meditado en aquel periodo ya bastante gris y lejano en el que se dictaron lo que se denominó “Código agrario”. Alguna vez se escribirá la historia pormenorizada de una iniciativa que perturbó los cimientos mismos de una sociedad estancada en la cotidianidad de los privilegios y una pobreza inhumana, y que, de igual manera, nos transformó en lo que, en alguna medida, somos ahora.
Las leyes agrarias vinieron a ser un fenómeno social que estremeció una sociedad que, hasta esos momentos, permanecía indiferente al campesinado, uno de los sectores entonces mayoritarios de la población y, al mismo tiempo, de los más abandonados y empobrecidos de la sociedad.
Como informador público me correspondió ser testigo de muchos eventos impactantes en el contexto de la promulgación de dichas leyes.
Leger
Recuerdo al ingeniero José Osvaldo Leger, fundador del Movimiento Agrario Reformista y su agresivo protagonismo contra un estado de cosas que finalmente fue objeto de transformaciones profundas, esenciales para comprender la evolución de la sociedad dominicana de esos entonces.
Los protagonistas de ese sacudimiento social que estremeció las bases de una sociedad estratificada apenas si se mencionan como tampoco el impactante desenlace de ese código que procuraba llevar justicia, progreso y reconocimiento a nuestra muy desvalida y abandonada clase campesina.
He conversado reiteradas veces con el ingeniero Leger sobre esos entonces. Confieso que me desconcierta y amarga encontrarlo lúcidamente situado en un ayer irrepetible y un presente de evidentes limitaciones y contrariedades.
El tiempo ha pasado y sus huellas quedaron grabadas con fuego en nuestro rostro, en nuestro decir, en nuestra conducta. Nosotros, los de ayer, ya no somos los mismos, como reza la canción….
Este señor ofreció a su país cuanto poseía, a fin de que terribles injusticias fueran enfrentadas y corregidas. Hoy está en una situación que puede calificarse como de olvido e indiferencia.
Particularmente espero que sea tomado en cuenta en honor a los merecimientos históricos de personas que dieron todo de sí.
Jpm-am
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