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Nacimiento de una oligarquía tecnológica  (1 de 3)

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El autor es catedrático universitario. Reside en Nueva York.

POR JOSE VANTROY REYES 

Orígenes históricos de las élites y la concentración del poder

Noam Chomsky utiliza el término «oligarquía» para describir sistemas donde una élite económica y política concentra el poder, influyendo en las decisiones gubernamentales y limitando la participación democrática.

Mientras miraba la televisión y se organizaban los invitados a la toma de posesión del presidente Donald Trump, cada minuto se fue haciendo más evidente la presencia de un nuevo grupo de poder.

Entre risas y camaradería la élite tecnológica se exhibe ante el mundo cómo nunca antes, ya con el control de las vidas íntimas de los ciudadanos en su poder y el viejo orden industrial sentados como simples espectadores contemplando sonrientes como emerge una nueva oligarquía.

Para explicar el nacimiento de este nuevo grupo oligárquico y su concentración de poderes en un pequeño grupo de propietarios de las multinacionales tecnológicas en la actualidad, es necesario recorrer de manera abreviada varios procesos históricos.

En el actual siglo XXI, unos cuantos líderes empresariales de las grandes tecnológicas controlan grandes recursos económicos, determinan la agenda social e incursionan directamente en las luchas políticas, invirtiendo cientos de millones de dólares en apoyar candidatos, y últimamente, realizando proselitismo político personalmente. Está élite va manejando los hilos de la sociedad para ganar el control, ya sea de manera formal o de forma sutil y discreta.

Concentración de poder en la antigüedad

En El espíritu de las leyes (1748), Montesquieu define la oligarquía como una forma de gobierno en la que el poder es ejercido por un pequeño grupo de personas. Para él, la oligarquía tiende a perseguir intereses particulares, lo que puede conducir a la corrupción del sistema político.

En el siglo XVIII, durante la implementación más moderna de la democracia, emergió una nueva clase de comerciantes e industriales. Estos individuos ya poseían recursos económicos considerables, pero carecían de poder para proteger sus posesiones frente a las estructuras de la monarquía establecida. En los EEUU,  luego de independizarse del imperio británico, para resolver este dilema, los pensadores de la época buscaron soluciones. Se propuso que el “rey” debía ser elegido entre los ciudadanos, rompiendo con el carácter hereditario de la monarquía. Sin embargo, para garantizar la lealtad del monarca ahora llamado presidente, la élite que lo elige estableció que el mandato sea finito, asegurando que el rey elegido supiera que eventualmente sería reemplazado por otro elegido por sus súbditos. Esto implicaba que el monarca (Presidente) podría enfrentar consecuencias si tomaba decisiones en contra de la élite que lo respalda.

Transformaciones sociales en el siglo XIX y XX

En los siglos XIX y XX, las sociedades continuaron evolucionando. Otros sectores se organizaron y conquistaron el derecho a elegir y ser elegidos, lo que permitió a comerciantes e industriales delegar el poder formal a estos nuevos grupos mientras conservaban el poder fáctico que muchos pensadores definen como el poder que se ejerce al dominar aspectos claves de la sociedad, como por ejemplo, la prensa, la energía, el suministro de comida o combustible.

Que alguien o un grupo domine algunos de estos renglones le da una influencia sobre las decisiones de quien ejerce el poder formal, a esto se le conoce como poder fáctico.

Este arreglo de las élites de comerciantes e industriales delegando el poder formal en estos nuevos grupos aseguraba que, cuando la inevitable insatisfacción de administrar lo poco para satisfacer a muchos hiciera estallar la ira del pueblo, esta se dirija hacia el nuevo grupo, que al contrario de los comerciantes e industrials, que su poder fáctico sigue siendo hereditario, este nuevo grupo de intelectuales y políticos son elegidos por popularidad, lo que hace que el pueblo se vea como corresponsable por haberlos elegido.

La complejidad de este tema me obliga a seguir ampliando en un próximo artículo, pero le dejo la siguiente frase de Antonio Gramsci, quien escribió que «El poder de una clase no solo reside en el dominio material, sino en su capacidad para influir en la forma en que los demás piensan y perciben el mundo”.  En sus Cuadernos de la cárcel (Quaderni del carcere), escritos entre 1929 y 1935 durante su encarcelamiento en Italia.

jpm-am

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