Opinion
No cargue equipaje ajeno
En aeropuertos, terminales y fronteras siempre escuchamos la advertencia: “No cargue equipaje ajeno”. La frase, pensada como medida de seguridad, bien puede aplicarse a la vida pública y política. Cargar lo que no nos pertenece —maletas físicas o simbólicas— puede convertirnos en cómplices de actos ilícitos; especialmente cuando inevitablemente se vincula con la corrupción y el abuso de confianza.
Cargar o defender equipajes ajenos, especialmente cuando pertenecen a funcionarios o personas en posiciones de poder, puede parecer un gesto de ayuda o lealtad. Sin embargo, esta acción conlleva riesgos legales y de seguridad muy serios. En esos equipajes, físicos o simbólicos, puede ocultarse dinero no declarado proveniente del narcotráfico, la corrupción administrativa o incluso bienes de origen ilícito ligados a empresarios corruptores, aun sin saber lo que contienen, podrías ser considerado cómplice.
Hay quienes, aprovechándose de tu buena voluntad, podrían cometer ilícitos sin tu conocimiento. Y cargar inocentemente con ese “equipaje” es, en los hechos, sembrar las condiciones para que la injusticia se perpetúe, se normalice la impunidad y se debiliten los principios éticos que deben regir una sociedad. Hannah Arendt y su análisis de la “banalidad del mal”. ¿Hasta qué punto la pasividad o la obediencia pueden ser formas de complicidad?
Cargar inocentemente con un equipaje que en su interior contenga cosas obtenidas ilícitamente, inocentemente estará promoviendo y sembrando las semillas para que se cometan hechos que chocan con la moral, mina la justicia y favorece la impunidad. El dinero público producto de actos indelicados, se desvía hacia intereses privados, dejando sectores clave como salud y educación desatendidos; además, benefician a unos pocos y margina a muchos, profundizando la brecha entre ricos y pobres.
La ignorancia sobre lo que contiene una maleta o un expediente, una transacción o una decisión, no exime de responsabilidad moral. Muchos “equipajes” están sobrecargados de corrupción. Algunos compañeros y empresarios aportadores para campañas, pueden aprovecharse de su buena voluntad para introducir un ilícito sin su conocimiento.
Cuando guardamos silencio o mostramos indiferencia pasiva, abrimos la puerta a que otros introduzcan “maletas” corruptas en nuestras manos.
El precio de esa pasividad es alto
Cuando se tolera o se justifica lo injustificable, se debilita el tejido moral de la sociedad, se mina la confianza en las instituciones y se perpetúa la cultura de la impunidad.
Aceptar crear lo que no nos pertenece; ni en responsabilidad ni en conciencia, es permitir que las prácticas corruptas se reproduzcan y se hereden, normalizando lo que debería ser inaceptable. La corrupción se disfraza de “amistad”, “lealtad”, “compromiso político”. ¡No cargues con ellos!
Es indispensable asumir una postura ética firme y valiente; negarse a encubrir lo turbio, aunque venga disfrazado de amistad, compromiso político o lealtad institucional. La ciudadanía consciente y responsable no debe prestarse, bajo ninguna circunstancia, a ser vehículo de encubrimiento, por más sutil o indirecta que sea la implicación.
Combatir la corrupción empieza por decisiones pequeñas pero firmes: decir no, no cargar, no justificar, no callar. Solo así podremos aspirar a una sociedad más justa, más equitativa y verdaderamente democrática, donde el bien común prevalezca sobre los intereses. ¡No los defiendas! No seas cómplice por inanición e ignorancia. Cuida tu moral y tus principios.
El mensaje es claro: ¡no cargues equipaje ajeno! Elige ser parte de una ciudadanía consciente, libre de cargas corruptas y comprometida con el bien común. Solo así podremos aspirar a un país más justo, transparente y democrático.
jpm-am
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