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Presidente Abinader, ¿qué ha pasado?

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En vísperas del mes de la patria, he querido abordar nuevamente el tema haitiano. Para cualquier país, y no solo para el nuestro, el flujo desproporcionado de extranjeros representa un peligro, no solo desde el punto de vista económico, sino también social. Los nacionales haitianos están en nuestros hospitales, escuelas, carreteras y, a menudo, muestran un comportamiento disruptivo que no se corresponde con nuestras costumbres, y que erosionan los cimientos fundamentales de nuestra sociedad.

Cuando el presidente Luis Abinader alcanzó el poder, muchos pensábamos que él representaba una especie de salvación para la patria. En su discurso, antes de llegar al poder, se manifestó en contra de la inmigración masiva de extranjeros, afirmando en ocasiones que “aquí no quedaría un solo nacional haitiano y que con aplicar la ley de migración era suficiente”.

Sin embargo, después de alcanzar el gobierno, su accionar no se ha correspondido con la práctica. Por consiguiente, le lanzo la pregunta: Presidente, ¿qué ha pasado?

El profesor Juan Bosch sostenía que la palabra puede exponer la acción, pero no suplantarla. Las medidas tomadas por el gobierno de Luis Abinader, en lugar de detener el flujo masivo de indocumentados, parecen haberlo motivado, acelerado e incentivado.

El país vive hoy sus días más oscuros en torno a este tema; solo basta con salir a las calles.

El gobierno, con gran algarabía, envió soldados a la frontera, tanques, aviones de guerra, etcétera, con la intención de paralizar la construcción del canal haitiano que afectaría el caudal de un río. Sin embargo, finalmente, nuestros vecinos lograron su objetivo.

 ¿Qué pasó? ¡Nada! Posteriormente, el presidente ordenó la deportación semanal de 10,000 indocumentados, pero, como con otras medidas, esto quedó en la nada.

Este comportamiento del presidente ha sido recurrente: hacer lo contrario de lo que se dice, implementar medidas superficiales que terminan agravando los problemas, porque frecuentemente se hacen con fines electorales.

El cinismo, la hipocresía y la incoherencia siempre son negativos, más aún cuando se pone en riesgo el honor y la supervivencia de nuestra identidad como dominicanos.

Hace tres días, al pasar por el puente peatonal de la Gómez con 27, me sorprendí al ver una familia de indocumentados viviendo en el puente. Es decir, en pleno centro de la ciudad capital, a la vista de todos. Si esto ocurre en el centro del país, ¿qué será del interior?

Mientras tanto, la memoria de nuestros padres de la patria llora de impotencia, y se transgrede el legado de Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella.

Finalmente, se hace necesaria la reconciliación con la señora coherencia y emprender acciones que busquen salvar nuestra patria y preservar nuestra identidad como dominicanos.

Jpm

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