Opinion
Trump y la paz en Ucrania
La diplomacia del presidente Donald Trump agita sus pasos en procura de la paz en la otrora nación ucraniana. La ruta diplomática liderada por su Secretario de Estado de origen hispano Marco Rubio ha sido intensa y dinámica.
El sendero diplomático estadounidense ha tocado los puntos de comunicación entre líderes, Múnich, Riad, encuentro con el presidente Macron y probablemente concluya en una cumbre magistral por La Paz en Washington o Moscú.
Impronta que está amparada en el conocimiento de que allí donde la diplomacia no prospera corre la sangre y abundan los cadáveres, lo que en esencia ha ocurrido en los fatídicos 1,095 días de la detestable guerra que pudo haberse evitado como ha enfatizado el presidente Trump.
La audacia diplomática en principio se inicia con la comunicación telefónica entre ambos líderes mundiales Trump y Putin en una conversación de unos 90 minutos calificada altamente productiva y empática, superando el silencio de tres años entre ambas potencias. Y en cuyo diálogo ambos líderes acordaron unir voluntades en consonancia con la apreciación de “detener los millones de muertes que están ocurriendo en la guerra”.
El presidente Trump haciendo gala de sus dotes proactivos y de una diplomacia ágil, de inmediato se comunicó con el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, diálogo que calificó de positivo y en el cual define que “ambas partes en conflicto buscan la paz”.
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Negociador
Trump ha demostrado su agudeza y profundo conocimiento de la técnica clásica de negociación que recomienda colocarse del lado opuesto con el propósito de conocer a fondo como viabilizar un acuerdo productivo para las partes en conflicto. Este es el caso que se da, cuando el líder estadounidense revela que no sería “práctico” que Ucrania sea miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), admisión que de plano Rusia objeta.
Este sabio enfoque del líder estadounidense por igual nos conduce a reflexionar sobre el principio de la seguridad indivisible que plantea que la seguridad de una parte no puede obtenerse a expensa de la inseguridad de la otra.
Es decir, no se fundamenta la seguridad de una nación sobre la base de la inseguridad de otras naciones. En todo caso, lo ideal hubiese sido acompañar la petición que en la década de 1990 hiciera Rusia de adherirse a la OTAN, con ello hubiésemos tenido Paz perpetua.
Por igual, llama la atención el señalamiento hecho por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, al ponderar que “para Kiev volver a las fronteras que tenía antes de 2014 es un objetivo poco realista”. Este enfoque pragmático se produce ante el hecho de que Rusia controla técnicamente una quinta parte del territorio nacional de la patria ucraniana del gran poeta nacional Taras Shevchenko.
Ponderación que aparentemente ha encontrado espacio en los ucranianos hastiados del dolor, el desplazamiento forzoso y la destrucción de su histórica y bella nación. Así, el Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KIIS), ha realizado importantes encuestas sobre la temática de la guerra, y en su más reciente entrega sobre posibles escenarios de paz plantea “que la opción con mayor respaldo sería una cesión de Crimea y el Donbás a cambio de recuperar Zaporiyia y Jersón, junto con garantías de seguridad y financiación occidental”.
Lo que hasta cierto punto podría ser ponderable, ya que Crimea históricamente fue rusa desde su conquista de 1774, en la guerra ruso-turca (1768-1774), siendo anexada del imperio Otomano en 1783. Aunque administrativamente en la época de la ex URSS Crimea fue transferida a Ucrania; y, por igual, en la región de Dombas no menos del 90% de la población es rusa parlante.
En los últimos estudios del KIIS se destaca que entre los encuestados, “el 78% fue capaz de dar una respuesta definitiva (el 22% restante dijo que les resultaba difícil responder) y entre ellos, la respuesta promedio fue del 43% (es decir, los ucranianos «en promedio» creen que el 43% de los ucranianos en los territorios controlados están dispuestos a hacer concesiones)”.
Esta posición en comparación con el 82% que en mayo 2022 rechazaba hacer concesiones territoriales a cambio de la paz, nos refleja una alta polarización sobre el tema de la guerra y el desgaste del liderazgo del presidente ucraniano Zelensky, que conforme a sondeo realizado por el referido Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KIIS), el nivel de confianza de los ucranianos en su líder se ha disminuido un 38% desde el inicio del conflicto con Rusia. Situación que revela lo impopular y agotadora que es la guerra para el pueblo ucraniano.
Esta guerra que se inicia en 2014 con el Euromaidán, una especie de primavera árabe ucraniana que terminó con el golpe de estado a Víctor Yanukóvich nunca debió ser. Pero, desafortunadamente, en vez de evitarla mediante el uso de la diplomacia preventiva, el liderazgo europeo como el del expresidente Biden decidieron financiarla a costa de los contribuyentes.
Un hito sin prrecedente
Hoy, el presidente Trump confiesa que no quiere más sangre y burocracia belicista, por ello apuesta a la Paz y la recuperación de los dineros quemados en polveras. Tal decisión marca un hito, un precedente histórico que pudiera alertar a los liderazgos políticos con vocación de resolver los diferendos por las armas, a frenar las guerras por su alto costo humano y económico para las naciones en conflicto y gran parte de la humanidad. Nada es gratis, ahora toca pagar.
Sin embargo, el encuentro oficial resultó muy controversial en cuyo escenario el presidente Trump demandó reconocimiento por los esfuerzos diplomáticos de su gobierno en beneficio de la Paz, al tiempo de requerir a Zelensky una actitud más comprensiva ante la urgencia de llevar paz al pueblo ucraniano. “Regresa cuando esté listo para la Paz”.
jpm-am
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