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Opinion

Trump y RD: política comercial caótica e improvisada

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El autor es comunicador. Reside en Nueva York

POR LUIS M. GUZMAN

El 2 de abril de 2025 el presidente Donald Trump desató una tormenta económica global al imponer aranceles a casi todos los países del mundo. Bajo su doctrina de “retribución comercial”, penalizó tanto a rivales históricos como China, como a aliados de décadas, como Japón, Corea del Sur, y también a socios menores como la República Dominicana, a la que aplicó un 10% de arancel general.

La medida, abrupta y sin distinciones, generó sorpresa e incertidumbre en todo el sistema económico internacional. Pocos países fueron eximidos, y entre los sancionados, muchos no entendían los criterios.

Lo que resulta desconcertante en el caso dominicano es que Estados Unidos no tiene un déficit comercial con el país caribeño, sino un superávit. Es decir, EE.UU. le vende a la República Dominicana más de lo que le compra.

Donald Trump

En teoría, según la lógica de Trump, los aranceles deberían estar dirigidos a países que tienen superávit con EE.UU., no al revés. Entonces, ¿por qué castigar a un socio comercial que contribuye positivamente al balance comercial estadounidense? Esta decisión parece más política que económica.

Este desequilibrio en favor de Estados Unidos ha sido constante. La República Dominicana importa maquinaria, combustibles, tecnología y alimentos desde EE.UU., mientras exporta productos como tabaco, textiles, dispositivos médicos y oro.

A pesar de su crecimiento en exportaciones, el saldo comercial global sigue favoreciendo ampliamente a la potencia del norte. Esto haría suponer una relación “saludable” y exenta de represalias, pero no fue así. El castigo llegó como si se tratara de un rival comercial desequilibrado.

La lógica torcida en una guerra comercial

La inclusión de RD en esta guerra arancelaria demuestra una política comercial caótica, improvisada y sin análisis individual. Trump aplicó una política de “todo el mundo paga”, utilizando fórmulas opacas e injustificadas que rompieron los esquemas tradicionales del comercio internacional.

La regla de tres que utilizó su equipo económico para definir los aranceles carece de fundamento técnico, como lo han señalado múltiples economistas. Las decisiones fueron más de carácter electoral que racional.

Al aplicar aranceles a países con los que EE.UU. tiene superávit, como República Dominicana, se distorsiona la lógica del comercio y se afecta la credibilidad de los tratados existentes. El DR-CAFTA, firmado para facilitar el libre comercio entre EE.UU. y Centroamérica más RD, ha sido socavado por decisiones unilaterales que violan su espíritu y generan incertidumbre entre inversionistas y productores locales. La confianza en el cumplimiento de los acuerdos está en juego.

Además, al imponer un arancel del 10%, se elevan los precios de los productos dominicanos en el mercado estadounidense, lo que reduce su competitividad. Aunque algunos analistas ven una oportunidad comparativa frente a países castigados con aranceles más altos (como Nicaragua o China), la verdad es que las condiciones para competir se han alterado drásticamente, afectando sectores clave de la economía dominicana. Competir en un terreno desigual no es una ventaja real.

Cuando el comercio se vuelve una guerra sin aliados

Las zonas francas dominicanas, que han sido una fuente vital de empleo y de atracción de inversión extranjera, también se ven amenazadas. Muchas empresas se instalaron en el país caribeño por el acceso libre y preferencial al mercado estadounidense.

Si ese acceso se encarece o se vuelve incierto, podrían migrar hacia otros destinos más estables o incluso recortar operaciones. El clima de inversión podría enfriarse bruscamente.

El impacto también se extiende al turismo y las remesas. La incertidumbre económica y la posibilidad de recesión en EE.UU. afectará a los dominicanos que residen allá, disminuyendo el envío de remesas. Asimismo, el encarecimiento del dólar y la posible caída del turismo estadounidense golpean directamente las reservas internacionales del país, que ya se encuentran en niveles preocupantes. El efecto dominó puede sentirse por años.

En este escenario, el gobierno dominicano enfrenta el reto de negociar activamente. El presidente Luis Abinader ha expresado la necesidad de sentarse con Estados Unidos para revisar la medida, recordando que República Dominicana no es un país que “abusa del sistema”, sino que ha sido un socio comercial estable y confiable.

Esta negociación requiere diplomacia, pero también firmeza. La narrativa debe cambiar desde la victimización hacia la defensa de una relación justa.

Entre la incertidumbre y la oportunidad

Es vital que el país aproveche esta crisis para replantear su política comercial. Diversificar mercados, fortalecer alianzas regionales y buscar mayor independencia de un solo socio económico deben ser prioridades. La excesiva dependencia del mercado estadounidense ha quedado evidenciada como una vulnerabilidad estructural. La diversificación no es una opción, es una urgencia estratégica.

Finalmente, el caso de la República Dominicana muestra las contradicciones de una política comercial basada en impulsos nacionalistas más que en datos. Castigar a un socio con quien se tiene superávit es no solo un error técnico, sino una señal peligrosa de ruptura con el orden multilateral.

En un mundo donde las reglas están siendo reescritas, países como RD deben prepararse para navegar con inteligencia, adaptabilidad y visión estratégica. Solo los flexibles sobrevivirán al nuevo orden.

Lo que está en juego no es solo un porcentaje de arancel, sino el modelo de desarrollo exportador de una nación que ha apostado por la integración global.

En medio de un mar revuelto por el proteccionismo, República Dominicana debe evitar naufragar, aferrándose no a viejas promesas, sino a nuevas estrategias comerciales y diplomáticas que le permitan sobrevivir… y prosperar. Esta crisis, como todas, puede ser una oportunidad si se gestiona con visión.

luimy2061@gmail.com

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