POR JULIO CESAR GARCIA
Durante la Feria del Libro 2025 que se celebra en Santo Domingo, fue suspendido un coloquio titulado Patrimonio Histórico y Cultural de San Cristóbal, que buscaba exponer la riqueza histórica de la provincia desde la época aborigen hasta la contemporánea.
Fue cancelado ante amenazas de grupos que alegaban que la actividad conduciría a una exaltación del dictador Trujillo. Esta suspensión, lejos de ser un simple desacuerdo logístico, revela una preocupante tendencia: la censura de ideas por presión ideológica.
San Cristóbal posee un legado histórico que no puede ser reducido ni silenciado. Desde los primeros asentamientos indígenas, pasando por los ingenios coloniales, hasta las obras de infraestructura y desarrollo industrial impulsadas en la Era de Trujillo, la provincia ha sido testigo de procesos que marcaron profundamente la historia nacional.

Reconocer estos hechos no implica glorificar figuras autoritarias, sino comprender que la historia está compuesta por luces y sombras, y que su análisis exige madurez y honestidad intelectual.
Lo más alarmante de este episodio no es solo la suspensión del coloquio, sino el motivo que la provocó: la amenaza de confrontación por parte de grupos que se oponían a la realización del evento.
En una sociedad democrática, todas las voces —incluso aquellas que incomodan o desafían nuestras convicciones— tienen derecho a ser escuchadas. Callarlas por presión o intimidación es replicar los mismos métodos que se atribuyen a los regímenes autoritarios que se condenan.
La democracia no se fortalece con unanimidades impuestas, sino con el ejercicio libre y respetuoso del pensamiento plural. La diversidad de opiniones es su columna vertebral. Cuando se impide el diálogo, cuando se censura la exposición de hechos históricos por temor a interpretaciones ideológicas, se vulnera no solo la libertad de expresión, sino también el derecho ciudadano a conocer y debatir su pasado.
San Cristóbal merece ser reconocida por su riqueza cultural y su potencial turístico. Pero más aún, merece que se le permita contar su historia completa, sin omisiones ni distorsiones. La suspensión del coloquio no solo impidió hablar de Trujillo, sino también de los monumentos coloniales, de los ingenios, de las fortalezas, de todo un patrimonio que forma parte de la identidad dominicana.
Es momento de que como sociedad asumamos con coherencia el compromiso democrático. Defender la libertad de expresión no puede ser selectivo.
Si queremos superar los traumas del pasado, debemos evitar repetir sus mecanismos. Y eso comienza por permitir que todas las voces, incluso las que no compartimos, tengan espacio en el debate público.
jpm-am
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