POR RAFAEL PASIAN
En la Asamblea General de la ONU, Gustavo Petro habló con valentía y riesgo político frente al genocidio en Gaza y las injusticias del sistema mundial. Luis Abinader, en cambio, apostó por la prudencia y el alineamiento con los intereses de Washington, especialmente en Haití.
Dos discursos que reflejan el dilema histórico de América Latina: resistir o entregar.
Gaza: la valentía de acusar frente al silencio diplomático
Gustavo Petro denunció con claridad que en Gaza se comete un genocidio. Pidió a la ONU pasar de las palabras a los hechos y conformar una fuerza internacional que proteja al pueblo palestino.
Su voz recordó a las denuncias de Fidel Castro y Hugo Chávez en el mismo escenario: incomodar al poder y pagar el costo político. Washington reaccionó revocándole la visa, prueba de que la verdad siempre incomoda al imperio.
Luis Abinader, en contraste, evitó dar protagonismo a Gaza. Prefirió resaltar el multilateralismo y la cooperación climática, pero sin tocar la llaga del crimen colectivo contra Palestina.
Haití: seguridad tutelada o soberanía pendiente
Para Abinader, Haití fue tema central. Pidió fortalecer la Misión Multinacional bajo mando de la ONU y auspiciada por Estados Unidos. En nombre de la seguridad regional, promovió más tropas y más tutela extranjera.
Petro, aunque no habló directamente de Haití, denunció la lógica de la militarización y de la “geopolítica del garrote”. En la tradición de Juan Bosch, la paz haitiana no será fruto de cascos azules ni de fusiles importados, sino de justicia social y autodeterminación.

Venezuela y el Caribe: choque y complacencia
Petro señaló a Estados Unidos por criminalizar la pobreza en el Caribe y por utilizar la excusa del narcotráfico para agredir a los pueblos. Fue directo, como Chávez y Fidel en su momento.
Abinader se mantuvo en el lenguaje diplomático de manual, cuidando sus relaciones con Washington y omitiendo las sanciones que siguen asfixiando a Venezuela.
África y el Sur GlobalPetro habló del Sur como un solo cuerpo herido por el saqueo y exigió justicia climática real: dejar el petróleo bajo tierra y cambiar las reglas financieras del mundo.
Abinader reclamó más cooperación y financiamiento, pero desde la posición de quien pide sin cuestionar las estructuras de dependencia.
Rusia–Ucrania: denunciar o repetir formalismos
Para Petro, la guerra en Ucrania es la prueba de la doble moral de las potencias y de la parálisis de la ONU. Llamó a construir una paz con justicia.
Abinader se limitó a reiterar la importancia del orden internacional, sin mencionar la responsabilidad de la OTAN ni de Estados Unidos en la escalada.
Conclusión: valentía o entreguismo
En Nueva York, Petro asumió la ruta difícil: hablar con valentía en nombre de los pueblos, aunque eso le costara un enfrentamiento directo con Washington.
Abinader eligió la ruta cómoda: administrar consensos y alinearse con la agenda norteamericana, aun cuando eso signifique reducir la soberanía haitiana a un expediente de seguridad tutelada.
La historia, decía Juan Bosch, no se mide por la elegancia de los discursos sino por la dignidad que estos defienden. En 2025, Petro arriesgó para decir la verdad; Abinader obedeció para sostener el orden. El pueblo sabrá juzgar cuál de esas voces merece ser recordada.
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