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Haivanjoe Ng Cortiñas

Los números electorales en dominicana

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Los números electorales en dominicana

Haivanjoe Ng Cortiñas
Economista y escritor

Cuando se aborda este tema probablemente lo primero que le llega a la mente de los lectores, es que el autor escribe sobre los resultados que ofrecen las distintas encuestas. Como con el transcurrir del tiempo los dominicanos que le dan seguimiento a los trabajos de campo que ausculta las preferencias electorales y otros temas vinculantes, muestran incredulidad, ya sea porque algunas presentan sesgos en la estructura del cuestionario que contaminan resultados, otras, se aplican en momentos inoportunos y hay hasta las que le sirven a más de un cliente al mismo tiempo con intereses distintos; esta opinión por el contrario se fundamenta en los números electorales y no en encuestas, por lo que, las métricas de referencia se vinculan a los resultados de las últimas 7 elecciones y qué puede acontecer en mayo de 2024, partiendo de los antecedentes identificados.

La inclinación que asumen los ciudadanos con derecho al voto, especialmente los que no tienen militancia política partidaria, es la de tomar decisiones en función de lo que creen, si están convencidos de que su candidato tiene alguna posibilidad accionan y si no lo están cabe la opción de que su postura sea la inacción. Para un potencial votante, que entienda que su voto no tendrá utilidad, es posible que las explicaciones que procuran captar su voto sobren; sin embargo, si la decisión de sufragar a favor de un determinado candidato, al margen de la posibilidad de ganar, el votante la entiende como beneficiosa, hasta para sentir que contribuyó a que su candidato de preferencia no le vaya mal o como forma de rechazar al que lo ha perjudicado, muy probablemente decida apoyarlo, expresándose la utilidad del voto.

Tratar de modelar el apriorístico comportamiento político-electoral de los votantes, debe considerar necesariamente la racionalidad de su elección, misma que no necesariamente es igual al que lo observa o analiza. El sujeto votante es racional y el sujeto analista también lo es, solo que cada quien tiene su propia racionalidad, determinada por la utilidad que pueda derivarle su decisión: si los beneficios son mayores que los costos o al revés. Para un elector, recibir un determinado valor en efectivo, como compra del voto el día de las elecciones -en su racionalidad-, puede considerarlo útil porque le da la felicidad de un día, sin reparar que durará luego con esa decisión 4 años pasando trabajo. En contraposición, el observador, pueda que su racionalidad, la que parte de que las condiciones económicas de los electores son adversas, lo lleve a pensar que los electores votaran en contra de esa situación y sus cálculos resulten fallidos.

Una verdad de carácter axiomática es cuando consideramos que en cualquier escenario tu voto contribuye a decidir y si no votas incrementa la abstención y favorece al candidato contrario al de tu preferencia; de manera que, votar no solo es un derecho, también es un deber.

En los resultados electorales municipales del 18 de febrero, el partido de gobierno ganó la mayoría de las alcaldías, algunos consideran que esos resultados son vinculantes a los de las presidenciales de mayo. La abstención en las municipales fue la mayor que registra la historia electoral en tiempos de normalidad, lo que sugiere que los que no ejercieron ese derecho no sintieron que por esa vía podían resolver sus problemas y, también, la elección municipal involucró a centeneres de candidatos, característica que no se presentará en mayo en la que aparecerán 9 candidatados presidenciales.

El manejo mediático que se le está dando a las elecciones de febrero, así como a los resultados de las encuestas, tienen la intención de presentarlos infalibles. Antes, desarrollar una vacuna tomaba décadas, la del contra el COVID-19 duró menos de un año, gracias a que los avances tecnológicos han cerrado la brecha del tiempo, lo propio pasa con las encuestas, en el pasado un resultado solo lo sustituía otro y su efecto permanecía por meses, ahora solo es noticia por una semana y si algún fenómeno social o político aparece, puede que solo dure días, de manera, que solo el caso haitiano manejado en forma inapropiada por las autoridades puede ser suficiente para eliminar ventajas electorales y cualquier hecho que se produzca, de aquellos que se prevé son improbables.

De las últimas 7 elecciones que se han efectuado en dominicana desde el 1996 al 2020, ningún candidato presidencial ha obtenido la mitad de los votos de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral, el que más ha logrado fue Danilo Medina con un 42.1 % en el 2016, seguido por Leonel Fernández con un 41.1 % en el 2004 y el que menos ha sacado votos es Luis Abinader con 28.6 % en el 2020. ¿Qué porcentaje de votos sacará el que gane en el 2024?, la respuesta la tendrán los electores con su participación.

En la experiencia electoral dominicana existe evidencia como para afirmar que la mayor abstención puede favorecer algún candidato, si los factores que impulsaron la abstención se inclinan más del lado del candidato contrincante. Eso aconteció en el 2020, cuando Luis Abinader ganó en primera vuelta con la mayor abstención de la historia electoral desde que existe el sistema de doble vuelta, que ascendió a un 44.71 %. Los otros candidatos presidenciales que han ganado en primera vuelta -Leonel Fernández y Danilo Medina- resultaron electo con un nivel de abstención mucho menor, que va de un 27.17 % a un 30.40%.

Pueda que algún lector esté pensando que la pandemia por COVID-19 ocasionó la elevada abstención del 2020, esta opinión considera que no hay referente en otros países que expliquen lo propio, pues resulta que en ese año dos naciones del continente americano celebraron elecciones, en los Estados Unidos, con el nivel más bajo de su historia en abstención con un 37.6 % y en Bolivia, también con la más baja abstención de un 21.6 %, en ambos países la pandemia tuvo un impacto mucho mayor que en dominicana. En el país, la alta abstención se debió a la división del Partido de la Liberación Dominicana, a causa de los vicios en su elección interna.

En la misma línea de los números electorales, la experiencia dominicana indica que cuando las elecciones presidenciales han ocurrido bajo el sistema tripartito (1996 y 2000), no ha habido un ganador en primera vuelta; en cambio, cuando el sistema se ha caracterizado por ser bipartito, la segunda vuelta ha sido innecesaria. En las elecciones de 2000 la clase política se puso de acuerdo para que la definición se diera en primera vuelta, al faltarle a Hipólito Mejía 4,178 votos para cumplir con el mandato legal del mínimo de un 50.0 % más un voto. Ahora para las elecciones del 2024, los dominicanos concurrirán a unas elecciones bajo el esquema del tripartido, por lo que queda por demostrarse si puede haber un ganador en primera vuelta o por el contrario se requerirá una segunda vuelta.

Para ganar en primera vuelta, el candidato ganador tiene que sacar no menos de 2,878,546 votos, asumiendo el nivel de abstención histórico que es de un 29.0 % y resulta, que, basado en las elecciones de febrero, el partido con sus aliados que obtuvo más sufragios llegó a 1,903,690 votos, de manera que, extrapolando, faltarían 974,856 votos. Por cada 1.0 % que deja de votar, equivale a 81,051 votos, de ahí la importancia de que para que la democracia dominicana se fortalezca y el candidato electo tenga el mayor nivel de legitimización, resulta clave que la gran mayoría de los electores ejerzan ese derecho. 

Haivanjoe Ng Cortiñas
Economista y escritor

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Economicas

Las reformas fiscales, inflación y resultados electorales

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Las reformas fiscales, inflación y resultados electorales

Por: Haivanjoe Ng Cortiñas

Se desconocen las razones que tiene el gobierno para emprender con prisa una reforma fiscal en la República Dominicana, porque hasta el momento el país no está enterado del estado situacional de las finanzas públicas para comprender la premura de la reforma, como tampoco se conoce un diagnóstico de las necesidades de los mayores montos de ingresos tributarios que requiere el fisco y mucho menos los detalles de hacia dónde se dirigiría el gasto público adicional y, más aún, tampoco se sabe el techo de la deuda al que aspiran; sin embargo, el gobierno solicita apoyo a las distintas fuerzas que inciden en la vida nacional.

   Mientras tanto en el país, profesionales de la economía, sectores empresariales y opinadores, se han pronunciado acerca de la conveniencia o no de una reforma fiscal, incluso, hasta propuestas independientes se han publicado; en mi caso, ofrecí una opinión -sustentada en indicadores económicos y financieros- relativa a que no es necesario hacer una reforma. Independientemente de las distintas posturas, lo cierto es que basado en las reformas precedentes que se han realizado en el país, pueden ser resaltadas algunos detalles que, en ocasión de la anunciada intención de reforma fiscal, existe la posibilidad que se repitan.

   Desde el año 1983 hasta el 2012, en la economía dominicana se han realizado 6 reformas fiscales o tributarias, la primera se hizo con la ley 74-83 que creo el Impuesto a la Transferencia de Bienes (ITBI), que no incluía los servicios, con una tasa de un 6.0 % y se implementó en el marco de los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), durante el gobierno de Salvador Jorge Blanco; la segunda, fue con la ley 11-92, que crea el Código Tributario, en la que se elevó la tasa del ITBIS a un 8.0 % y se incluyeron los servicios, para la ocasión gobernaba Joaquín Balaguer; la tercera, se realizó mediante la ley 147-00, durante la gestión presidencial de Hipólito Mejía, estableciéndose los impuestos selectivos a los hidrocarburos, el ITBIS se incrementó a un 12.0 % y se aprobó el impuesto anticipado de un 1.5 % a la renta bruta; la cuarta, se produjo con la ley 288-04, mientras era presidente Leonel Fernández, donde se elevó el ITBIS a un 16.0 % -como respuesta al rescate bancario y su crisis 2003-; la quinta, se implementó con la ley 557-05, en la que se elevaron los impuestos selectivos como compensación a las perdidas por el DR-CAFTA y; la sexta, en el gobierno de Danilo Medina, con la ley 258-12, en la que se aumentó el ITBIS a un 18.0 %.

    Cinco de las referidas reformas fueron realizadas en los primeros meses o en el primer año de gobierno de Jorge Blanco, Mejía Domínguez, Fernández Reyna y Medina Sánchez, solo una se aprobó en el segundo año de uno de los periodos de gobierno de Balaguer (1992). Las reformas no siempre contaron con una correlación de fuerzas políticas en el Congreso a favor del partido de gobierno, como fueron los casos de Balaguer (1992) y Fernández (2004-05), pero ambos hicieron la debida diligencia para ganarse el concurso de los demás, logrando su aprobación; las que correspondieron a los años 1983-2000 y 2012 los presidentes Jorge, Mejía y Medina gozaron de una mayoría en el senado y la cámara de diputados.

   En términos de los resultados electorales, luego de realizarse las indicadas reformas, los partidos de gobierno no gozaron de la misma suerte, en el caso de la reforma del 1983, además del gran descontento social que provocó la poblada de abril del 1984, el PRD perdió las elecciones en el 1986;  posteriormente, la reforma de 1992, luego de producirse determinadas situaciones económicas que perjudicaron a la población, el candidato del PRSC fue “declarado” ganador, pero con poca legitimización por denuncias de fraude, lo que trajo como resultado que se celebraran elecciones sin precedentes dos años después (1996), en la que perdió el candidato del partido de gobierno; luego, la reforma del 2000, se hizo acompañar de una serie de acontecimientos que impidieron que la reelección tuviera éxito en las elecciones del 2004. En el bloque de los candidatos del partido de gobierno que tuvieron éxitos, a pesar de realizar reformas, fueron Fernández (2008), con el principal partido de oposición unido y Medina (2016), con la más importante fuerza política de la oposición fragmentado. 

   De manera, que la experiencia y la evidencia empírica indica, que de los cinco presidentes que hicieron reformas fiscales/tributarias, tres perdieron las elecciones (Jorge, Balaguer y Mejía) o su partido corrió igual resultado y dos lograron ganar las elecciones con altos niveles de aprobación por parte de los votantes, tales son los casos de Fernández (2008) y Medina en el 2016 con la oposición dividida.

   En lo referente al comportamiento de la variable inflación, muy vinculada a la reforma fiscal, sin importar su tipo, progresiva o regresiva o la economía política que la amparó, encontramos distintos resultados en materia del comportamiento de los precios al consumidor. La tasa de inflación para la reforma del 1983 fue de un 38.64 % y en el 1984 de un 30.85 %; la correspondiente a la del 1992, para el 1994 el incremento de los precios concluyeron el año, con un 14.31 %; la del 2000, poco tiempo después, la tasa de inflación del 2002 fue de un 10.51 %, seguido por otros niveles mucho mayor, aunque incidentada por nuevos factores vinculantes; las del 2004-2005 y 2012, no tuvieron impactos significativos sobre los precios al detalle, por registrar niveles anuales de un dígito.

   En caso de realizarse una reforma fiscal en el 2024, encontraría en materia de precios un escenario de estabilidad, al registrarse un 3.20 % de inflación en lo que va de año (mayo) en forma anualizada; sin embargo, basado en los antecedentes, habría más razones para considerar que existe mayor posibilidad de nuevas presiones inflacionarias internas hacia el alza, de producirse la indicada reforma, con resultados no deseados para los consumidores, por los aumentos de precios en la canasta básica familiar y otros bienes y servicios que se encuentran fuera de la canasta.

   De hacerse una reforma fiscal a partir de agosto de 2024, ante el hecho de que el partido oficial cuenta con mayoría en la matrícula de los senadores y diputados para aprobarla, tiene el desafío de que no derive en presión inflacionaria de carácter interno ni tampoco allane el camino a una derrota política en las elecciones presidenciales del 2028, esto, a pesar de lograr bajar en una posible reforma constitucional de la República, la métrica mínima para ganar las elecciones en la primera vuelta, haciéndola disminuir a un 45.0 % como se comenta en círculos políticos cerrados. De todas maneras, los precedentes que se han derivado de las 6 reformas fiscales/tributarias realizadas desde el 1983 hasta el 2012, muestran hallazgos interesantes en materia de precios y resultados electorales como para no despreciarlos.  

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